DOCE

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Luego de esa aventura con Dalia, ella y yo decidimos que eso estaría en secreto y juramos que no volvería a suceder, lo cual fue una completa farsa.

Cuando faltaban 4 días para el cumpleaños de Zoraida, terminé de escribir las 100 notas. Solo faltaban unos detalles y comprarle un gran oso de peluche. El día que compré el oso para Zora, le pedí a Dalia que me acompañara. Le fui sincero y le dije que se trataba del regalo para mi novia y ella no tuvo ningún problema al aceptar acompañarme. Después de comprar el oso de peluche, unos chocolates y un globo de helio en una tienda de regalos, nos dirigimos al barrio de la Veracruz, no exactamente al parque sino a un callejón que se encuentra atrás de la iglesia. Dalia tenía que ir a ver a una amiga para dejarle su parte de una investigación. Y ahí fue cuando la aventura comenzó de nuevo. Nos sentamos en la entrada de la casa de su amiga, conversamos acerca del final del semestre en la preparatoria y después hubo un momento en el que nos quedamos callados. Esta vez fui yo quien la besó. No sé el porqué, pero comenzó a gustarme estar en compañía de ella. A Dalia no le importaba nada en la vida, ni siquiera la escuela y mucho menos el que yo la besara, aun yo teniendo novia. Y así estuvimos hasta que recibió una llamada de su mamá. Se nos fue el tiempo de las manos y no teníamos noción de la hora. De nuevo la acompañé al zócalo y esta vez me presentó a su madre. Siempre me ha dado miedo conocer a los padres de mis amigas. Pienso que ellos me miran como si fuera hacer algo malo para sus hijas, pero eso no sucedió con la madre de Dalia. La señora me dio una buena impresión a pesar de las cosas malas que me contaba su hija sobre ella. Al momento de despedirme de Dalia, ella me dijo que me invitaría a salir nuevamente. Significaba que nuestra aventura seguiría.

El tan esperado 11 de diciembre llegó: El cumpleaños número 17 de Zoraida. El plan que tuve para ese día fue que en la preparatoria le daría el gran oso de peluche, los chocolates y el globo. Además de que pegué varias hojas de colores entre sí, formando una tira aproximadamente de un metro. En esa gran tira colorida pegué fotos de los dos y escribí todo lo que sentía por ella.

Mi siguiente paso en el plan fue que días antes le pedí ayuda a Jorge, ya que las 100 notas las hice para decorar la habitación de su hermana. El me daría su ayuda, pero además de eso, la señora Mónica me pidió que me quedara a comer ese día en su casa, para celebrar el cumpleaños de su hija. Con pena y nerviosismo acepté.

En la preparatoria todo salió bien. Zora se emocionó mucho cuando vio que le compré un gran oso de peluche. Cuando el recreo terminó, la acompañé a su salón. Ese mismo día terminó el semestre. Las clases finalizaron al mediodía. Zoraida me dijo que iría a casa. Yo le inventé el pretexto de que aún tenía clases. Cuando ella llegó a casa, Jorge me avisó. Esa fue la señal para que tomara mi camino rumbo al barrio de Guadalupe. El padre de Zora le pidió que lo acompañara al centro de la ciudad por unas cosas. Cuando Jorge me avisó, yo estaba en el zócalo y caminé hasta el barrio de Guadalupe. Llegué a la casa de mi novia a la 1 de la tarde. Jorge estaba esperando por mí en la puerta de su hogar.

Una vez en la habitación de Zoraida, decidí que pegaría las notas en la pared que estaba atrás de la cama. En verdad que mi cuñado fue de gran ayuda ese día, ya que él me ayudó a pegar las notas sin que yo se lo pidiera. Cuando terminamos bajamos a la sala. Él se sentó en un escritorio frente a una computadora mientras que yo tomé asiento en un sillón y me puse a leer El amor en los tiempos del cólera.

A las 2 de la tarde fue cuando Zora y su padre llegaron a casa. Tocaron la puerta y en ese momento le dije a Jorge que me iría a la habitación de su hermana y le pedí que le dijera que se dirigiera a ese lugar. Llegué a la habitación de ella y me senté en la cama a esperar. Pasaron unos minutos cuando la puerta de la habitación se abrió. Puse una gran sonrisa en mi rostro y Zoraida entró. Se sorprendió mucho al encontrarme ahí sentado en su cama, pero lo que más la sorprendió fueron las notas que estaban a mis espaldas.

–¡Sorpresa! –Le dije muy entusiasmado.

Se acercó muy emocionada hacia mí y me abrazó.

–Muchas gracias –Me dijo muy feliz.

Los dos miramos las notas que estaban pegadas en la pared. Y debo admitirlo, era la primera vez que leí con sentimiento las palabras de los corazones. Anteriormente las revisé, pero no fue con sentimiento. En ese instante me puse a pensar en que sentía Zoraida al leer esas 100 notas. Además, también le di otra tira de hojas de colores casi parecida a la que le regalé en la preparatoria.

Luego de unos minutos ella terminó de leer las notas. En verdad que estaba muy feliz. Me miró y pude ver que sus ojos contagiaban felicidad.

–En verdad, muchas gracias, no me esperaba esto, pero lo sospeché un poco –Me dijo.

–¿Lo sospechaste? –Le pregunté.

–Si porque te encontré cuando ibas caminando por la Casa de las lágrimas mientras yo iba en un taxi con mi papá y por eso fue que sospeché.

Reí un poco.

–Pero al final si te llevaste una gran sorpresa –La abracé.

–Claro que sí. Te amo mucho Gael.

–Te amo demasiado Zoraida.

Los dos nos besamos y de pronto se escuchó que alguien tosió atrás de nosotros. Los dos miramos para ver de quien se trataba y era el señor José que estaba recargado en el marco de la puerta. Tenía una mirada seria. Me entro pánico y dejé de abrazar a Zoraida. Me sentí apenado porque nos encontró besándonos.

–Tu madre llegará a las 3 –Dijo muy serio. Entró a la habitación y miró lo que yo preparé para su hija–. Bueno les daré algo de privacidad.

El señor abandonó la habitación. Zora y yo nos sentamos en la cama y le conté sobre cómo se me había ocurrido la idea; de cómo le pedí ayuda a su hermano y de cómo su madre a cambio me pidió que me quedara a comer con ellos ese día. En verdad estaba muy contenta, pero en el fondo estaba un poco nervioso porque sería la primera vez que comería junto con sus padres.

La señora Mónica llegó a casa a las tres en punto. Subió a la habitación de su hija cuando Zora y yo estábamos acostados mirando hacia el techo.

–La comida estará en 10 minutos –Dijo mientras miraba la pared llena de notas, después salió de la habitación.

Los 10 minutos pasaron, Zoraida y yo bajamos a la cocina. La comida ya estaba servida en la mesa. Era un gran platillo el cual contenía espagueti, ensalada de zanahoria y pechuga rellena de pollo.

El señor José y Jorge ya estaban en sus asientos. Para mi mala suerte, el lugar que me tocó en la mesa fue a un lado del Señor, Zora se sentó al otro lado mío.

Una de las cosas que prefiero hacer cuando estoy comiendo en casa ajena, es masticar en silencio la comida, pero mientras estuve en esa mesa, el señor José me comenzó a preguntar muchas cosas respecto a mi vida. Comprendí su curiosidad por mí porque Zora no le hablaba mucho de mí. En verdad fue algo incómodo. Todos terminaron de comer su platillo y a mí me faltaba un poco de todo. La señora Mónica me ofreció más comida, pero no la acepté porque los nervios me hacían sentir el estómago lleno.

Cuando terminé de comer, llevé mi plato al lavadero y volví a tomar asiento para seguir hablando de mi con toda la familia de Zoraida. Dieron las 5 de la tarde y el señor José tuvo que volver a su trabajo de platero para terminar de hacer un pedido. La señora Mónica se quedó en la cocina limpiando y Jorge se fue a su habitación. Zora y yo regresamos a su habitación para acostarnos en su cama. Me contó sobre todas las personas que la felicitaron en su día. Me mostró los regalos que recibió de algunos compañeros de la escuela y también los regalos de sus padres. También me habló de que el siguiente sábado tendríamos una cita doble con Gabriel y Angélica para festejar su cumpleaños.

Hubo un momento en el que los dos nos quedamos callados, simplemente escuchando nuestra respiración y nos miramos a los ojos. A pesar de haber hecho algo malo, me sentí bien porque mi secreto estaba oculto, aunque tomé el camino de los cobardes y callé mi infidelidad para no herirla y arrebatarle esa felicidad. Esa decisión no la tomé solo porque fue su cumpleaños y estaba feliz, sino porque ella, todos los días a mi lado era feliz, le diera o no un detalle, siempre era feliz conmigo.

LA SOMBRA QUE PRODUCE NUESTRA LUZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora