TRECE

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El día sábado como fue planeado, Zoraida, Gabriel, Angélica y yo tuvimos una cita doble. Todo fue una idea de nuestra pareja de amigos que querían festejar el cumpleaños de Zora.

Primero me reuní con mi novia en el zócalo y luego fuimos al Parque Vicente Guerrero porque allí nos había citado Angélica.

Llegamos aproximadamente a las 6:30 de la tarde. Tuvimos que esperar hasta las 7 para que llegaran nuestros amigos. Zora y yo tomamos asiento en una banca y lo irónico para mí fue que nos sentamos en la misma banca en la cual tres meses atrás fue mi primer encuentro con Fátima. Recordé por un momento a Fátima, pero después me enfoqué en mi presente que era Zoraida.

Me levanté de la banca y me dirigí al puesto de dulces que se encuentra a unos pasos de allí.

–¿No gustas algo? –Le pregunté a Zora.

Se levantó de la banca y me siguió. Yo compré mi cigarro y ella quiso un paquete de 5 bombones cubiertos con chocolate. Regresamos a sentarnos a la banca. Mientras yo fumaba, ella comía sus chocolates. Cuando ya se había comido 3 de los 5, el chocolate la puso muy activa e hiperactiva. Me di cuenta cuando me quitó el cigarro de mi mano e hizo como si lo fuera a fumar.

–¡Alto! –Alcé mi voz–, ¿En serio quieres esa cosa en tus pulmones? –Pregunté preocupado.

Alejó el cigarro de su boca, lo miró por unos segundos como si un niño mirara algo que desconociera.

–Solo estoy jugando –Dijo riéndose– Nunca me ha pasado por la mente el querer probar esto.

Me devolvió el cigarro y yo le di una última fumada para después apagarlo en el suelo.

Luego de eso yo me acosté en la banca y usé sus piernas como almohadas, pero no dure mucho tiempo así, ya que ella me hizo cosquillas en mi estómago. Yo me levanté e hice lo mismo.

Angélica nos sorprendió. Nos saludó y se sentó a nuestro lado. Faltaban unos minutos para las 7 pero aun así yo sabía que Gabriel llegaría tarde. La maldita impuntualidad estaba pegada a su cuerpo y nadie podía hacer algo al respecto para quitársela, ni siquiera Angélica.

Y como lo supuse, mi amigo llegó a las 7:25 con nosotros. A mí me molestaba su impuntualidad, pero ya estaba acostumbrado a eso.

El plan de Gabriel y Angélica era en ir a tomar una cerveza. En un principio pensé que a Zora no le gustaría la idea, pero aceptó sin problemas.

Llegamos a unos de los tantos bares que se encuentran cerca del zócalo. Conseguimos una mesa en la terraza. Cada quien ordenó un tarro de a litro de cerveza. Y todo comenzó bien con un gran ambiente entre amigos

Angélica me dijo unas grandes palabras respecto sobre el amor.

–Bueno Gael en un mes cumples un año de relación con mi gran amiga Zoraida. De verdad que es algo muy difícil encontrar a una persona que de verdad te ame desde la puesta de sol hasta el amanecer durante todos los días de su vida. Cuídala mucho, no la lastimes porque si le rompes el corazón te las verás conmigo –Con esas últimas palabras todos reímos–. Como ella, nadie te ha amado.

En ese momento recordé mi aventura con Dalia y se me hizo un nudo en la garganta.

–Tienes razón Angélica. Como Zoraida nadie más me amará –Mi novia se acercó para darme un beso en la mejilla.

Zoraida y yo tomamos tranquilamente nuestra cerveza. Gabriel y Angélica terminaron sus tarros y ordenaron más.

De pronto la tranquilidad de la noche cambió cuando el celular de Gabriel recibió un mensaje. Angélica le quitó el celular de las manos para ver de quien se trataba. Ahí fue cuando Zoraida y yo recordamos que una de las tantas discusiones que tuvieron semanas atrás, se trató porque Gabriel hablaba mucho con varias chicas en internet. Eso era normal porque solo se trataba de sus amigas, pero Angélica era demasiado desconfiada.

Ella dejó el celular sobre la mesa y se fue al baño. Zoraida y yo decidimos hablar con Gabriel. De hecho, esa fue la primera vez en que ella escuchaba la versión de los hechos de la boca de mi amigo.

–Gael sabe cómo soy –Le dijo a Zora–. Miren el mensaje –Nos mostró el mensaje el cual decía: Hola, ¿Cómo estás? –. Angélica desconfía mucho de mí. En parte me lastima, pero en parte también me está cansando esto.

–Pues mira, por lo que se, antes de ti hubo alguien que la traicionó –Dijo Zora.

–Me contó sobre eso, pero, aun así, ella piensa que soy como su ex novio.

En ese momento Angélica regresó a la mesa. Las cosas estuvieron serias.

Cuando todos terminamos de tomar el tarro de cerveza decidimos que era hora de abandonar el bar.

Una vez que llegamos al zócalo me di cuenta de que Angélica estaba dejando atrás a mi amigo, el trataba de alcanzarla, pero ella aceleraba más su paso. Ellos dos me dejaron atrás junto con Zoraida. Ella y yo nos quedamos en el zócalo y ellos caminaron rumbo a la plazuela de San Juan. Ni ella ni yo dijimos palabra alguna sobre lo que había sucedido. Fue algo incómodo la cita doble pero no podíamos hacer nada, ni siquiera ayudarlos. Ellos solos tenían que encontrar el camino para resolver sus problemas. 

LA SOMBRA QUE PRODUCE NUESTRA LUZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora