DIECINUEVE

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El único amigo que tenía para hablar sobre lo que me sucedía era Gabriel. Romina y yo tuvimos un mal entendido y nos alejamos. Maribel no estaba disponible en esa época. Edgar se mudó a Celaya una semana después de la graduación. No me despedí de él.

Un sábado Gabriel me invitó a la boda de su hermano mayor Federico. Yo solo accedí a asistir a la fiesta para poder tomar alcohol gratis. La boda se llevó a cabo en un salón que está en los límites de la ciudad. Desafortunadamente allí también pasé buenos momentos con Zoraida.

Un sábado del mes de octubre del 2013 ella me invitó a una fiesta de XV años de una de sus primas. Esa fue una de sus pocas invitaciones que le acepté para acompañarla a una fiesta ya que anteriormente rechacé acompañarla a varias reuniones. Algunas veces porque no quise estar al lado de la señora Mónica y otras veces porque no pude acompañarla.

Ese salón cuenta con unas áreas verdes y en algunas de ellas están puestas juegos de luces como los de navidad. Me pareció un lugar romántico y en verdad que fue romántico estar ahí con Zora.

Al principio la fiesta estuvo aburrida. Durante la cena no hablé mucho con Zoraida. Ni siquiera con sus padres, ya que ellos se encontraban platicando con los demás familiares que estaban en la misma mesa. Para mí fue bueno comer sin tener que estar contestando a las preguntas que mis suegros me hacían como de costumbre.

La fiesta fue aburrida hasta que Zoraida me sacó a la pista de baile. Me gustó bailar con ella esa noche. De pronto sonó una canción del género regional mexicano (banda) que en esa época se encontraba de moda entre la juventud. Esta canción tiene una letra romántica que habla sobre ser la razón de ser de una persona. Para mi sorpresa, Zoraida en ese instante me dijo que me dedicaba esa canción, pero la mejor parte fue cuando ella me abrazó y al oído me la cantó. En verdad que ese fue uno de los mejores detalles que ella me dio.

El estar en ese salón esa noche de julio de 2014 me puso muy triste. Recordé cada lugar en el que estuve con ella. Para mi buena suerte mi mejor amigo invitó a Maribel a la boda. Ella llegó una hora después que yo. Se puso tan contenta de verme que me abrazó muy fuerte. Se sentó a mi lado y comenzamos a platicar de las penas que invadían nuestras vidas. Ella definitivamente había terminado con su novio, pero se arrepentía mucho de que él fue su primera vez, mientras yo me arrepentía por no haber sido la primera vez de Zora.

Esa noche comencé a ver con otros ojos a Maribel. De amiga la empecé a ver como una chica con la que podía tener un futuro a su lado, ya que ella me trataba muy bien. Me abrazaba de repente y hacia lo que más me encantaba que me hiciera una mujer: Besaba mis mejillas de forma sorpresiva.

Recuerdo que comencé a volverme loco cuando hizo las cosas que me gustan, pero, además, me dijo al oído una letra de una canción que en ese momento sonaba.

–Te abrazo –Me abrazó y besó mi mejilla–. Y te digo que te amo.

La miré tan de cerca que parecía que nos besaríamos, pero no me atreví. Aun no tenía la confianza para volver a intentar algo con una chica.

Luego nos pusimos a tomar mucho whisky a tal punto en que a mí el mundo me comenzó a dar vueltas. Estaba muy a gusto tomando con Maribel hasta que Gabriel llegó a arruinar la noche cuando la invitó a bailar. Aunque a ella no le gustaba bailar, aceptó a Gabriel solamente para no rechazarlo.

Me quedé sólo en la mesa hasta que sonó la canción que meses atrás Zoraida me había cantado al oído. No quise escuchar nada que tuviera que ver con los lindos momentos que pasé a su lado, así que salí del salón y me dirigí al lugar donde se encontraba el área verde. Aunque me encontraba a una distancia lejana del inmueble, aun podía escuchar la canción, así que me puse mis audífonos y elegí la canción más triste que podía escuchar en ese momento llamada Regresa de Chetes. Comencé a llorar con mucho sentimiento y sin miedo a que alguien me viera.

LA SOMBRA QUE PRODUCE NUESTRA LUZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora