Era noche cerrada cuando Hinata llegó a su destino, y fue la única pasajera que bajó del tren en esa estación. Hacía mucho frío y un halo de niebla aureolaba las escasas farolas que iluminaban el andén, que a esas horas estaba completamente desierto.
Sus pasos solitarios resonaban sobre los adoquines húmedos y Hinata no pudo evitar sentir una ligera desazón, mientras caminaba con rapidez. Aún tenía que recorrer unos trescientos metros hasta el aparcamiento —en realidad, un pequeño descampado mal iluminado— donde había dejado su coche por la mañana.
Hinata aceleró el paso. La inquietante sensación de que alguien la observaba le erizó los cabellos de la nuca, pero sacudió la cabeza con fuerza y se regañó a sí misma por ser tan tonta. Sin poder evitarlo, echó una mirada intranquila a su alrededor; su vehículo era el único que quedaba ya.
Al acercarse a su coche algo llamó su atención: sobre el capó alguien había dejado media docena de rosas rojas con los tallos envueltos en papel de seda blanco. De nuevo, Hinata miró a su alrededor, casi esperando descubrir a algún bromista oculto cerca de allí, pero no vio un alma. Cada vez más alarmada, alargó la mano y cogió el ramo.
Un dolor intenso en la palma le hizo soltarlo en el acto y las flores cayeron al suelo con un sonido tétrico. Hinata examinó perpleja las gotas de sangre que salpicaban su mano, luego dirigió la mirada hacia abajo y vio las enormes espinas que atravesaban el papel.
Aturdida, buscó las llaves en su bolso, estaba tan nerviosa que no lograba encontrarlas y maldijo en voz baja hasta que consiguió agarrar el llavero, pero en cuanto las sacó, resbalaron de entre sus dedos trémulos y también acabaron en el suelo, justo debajo del coche.
—Mierda, mierda, mierda —de nuevo, echó un vistazo a ambos lados antes de agacharse para recogerlas y, aún temblando, abrió la puerta, se subió al coche con rapidez, apretó el botón del bloqueo automático y soltó el aire de golpe, aliviada. Un poco más tranquila, encendió el contacto y salió del aparcamiento a toda velocidad.
* * *
En cuanto terminaba con la terapia de los dos pequeños, a Hinata le gustaba hacer footing durante una hora por los alrededores. Sus rodillas le agradecían que lo hiciera por caminos sin asfaltar y, para ella, correr entre los aromáticos pinos mientras escuchaba sus canciones favoritas en el ipod, resultaba una forma relajante de poner fin a la jornada.
Casi dos días después del incidente de las flores, una tarde que había salido a hacer su ejercicio diario, Hinata volvió a tener la inquietante sensación de ser observada. Miró a su alrededor, recelosa, pero no vio nada sospechoso.
El sol empezaba a ponerse, sin embargo todavía había bastante luz. Apretó el paso, por fortuna ya no estaba lejos de la casa. Apenas le quedaba un kilómetro para llegar cuando, de detrás de una mole de granito, surgió alguien o algo que se abalanzó sobre ella y la tiró al suelo.
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Protege mi Oscuridad
Paranormal¿Qué pasa cuando la realidad dista de ser como pensamos? ¿Qué pasa cuando la lógica no explica todo lo que sucede? - Adaptación a los personajes de Naruto - Protagonistas Naruto y Hinata - La historia imágenes y personajes no me pertenecen, créditos...