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Un amplio jardín en el que crecía algún que otro pino solitario, rodeaba la pintoresca construcción, edificada con piedra y madera, y enmarcada por el maravilloso espectáculo de Siete Picos

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Un amplio jardín en el que crecía algún que otro pino solitario, rodeaba la pintoresca construcción, edificada con piedra y madera, y enmarcada por el maravilloso espectáculo de Siete Picos. En cuanto el inspector detuvo el coche delante de la puerta del chalé, Hinata abrió los ojos; se sentía como una alfombra a la que alguien hubiera sacudido hasta arrancarle la última mota de polvo. 

Miró al hombre que estaba a su lado y, como de costumbre, notó los profundos surcos que se marcaban en su entrecejo. Por unos segundos, la mente de Hinata empezó a divagar y se preguntó por qué el inspector Uzumaki parecía perpetuamente enojado con el mundo. 

Esbozó una sonrisa desganada y se recordó a sí misma que, al fin y al cabo, a pesar de su aspecto hosco, el policía había ido contra sus convicciones más íntimas y era el único que le había dado algo de crédito.

«A lo mejor», pensó bajando del coche, «en algún lado de ese armario que tiene por pecho, alberga un tierno corazón... aunque lo dudo mucho, la verdad».

—Bueno, señorita Hyūga, que descanse.

—¿No quiere quedarse a comer, inspector? Seguro que ha sobrado algo, Chiyo siempre hace comida para un regimiento.

Naruto echó un vistazo a su reloj. Eran las cuatro. Nunca prestaba mucha atención a sus comidas; normalmente, picaba cualquier cosa en algún bar cuando le sobraban unos minutos. Además, sentía que necesitaba alejarse de la inquietante cercanía de esa mujer para pensar un poco. 

Sin embargo, se sorprendió al escuchar su propia voz contestando:—Está bien, gracias.

Hinata buscaba las llaves en su bolso cuando la puerta se abrió de repente y un chico moreno de unos diecisiete años la recibió con un alegre saludo.

—¡Hola, Kawaki, gracias! Qué pronto has vuelto hoy.

—El jefe tenía cosas que hacer en la ciudad y me ha dado la tarde libre, si quieres puedo tratar de arreglar el grifo del baño de las chicas —en ese instante, el muchacho reparó en el hombre que permanecía en pie al lado de Hinata y una expresión huraña cubrió su atractivo rostro que, hasta ese instante, había lucido una ancha sonrisa.

—Hola, soy el inspector Uzumaki —algo incómodo, Naruto tendió la mano a ese arisco adolescente, alto y delgado, que lo miraba con desconfianza, pero Kawaki miró la mano tendida sin hacer el menor amago de estrecharla.

—No hace falta que me lo diga, puedo oler a la policía a cien metros.

—Oh vamos Kawaki, no exageres. El inspector Uzumaki está llevando el caso de Moegi y... será mejor que vengas un momento, tengo que hablar contigo. Perdone un segundo, inspector.

Hinata agarró la mano del chico y ambos se alejaron en dirección a un viejo columpio oxidado que quedaba a varios metros de la puerta. A pesar de que Naruto no podía escuchar lo que decían, el lenguaje corporal de ambos era inconfundible. 

Protege mi OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora