A la mañana siguiente, los tres esperaban en el jardín la furgoneta que llevaría a Yūkimaru y a Sumire al colegio. La tarde en que se llevaron a Kawaki habían preguntado por él, extrañados de que no hubiera llegado todavía, pero Hinata tan solo les dijo que había tenido que ir a la ciudad a hacer un curso de ebanistería y que pasaría allí unas semanas, viviendo en una residencia.
A ellos no les sorprendió en absoluto, ambos estaban acostumbrados a tomar las cosas como venían. La joven detestaba engañar a los chicos, pero creía que era mejor eso que contarles la verdad y cargarles con una preocupación sobre la que no tenían ningún control y que solo serviría para agobiarlos.
Ella había pasado los últimos días intentando disimular su decaído estado de ánimo y por la noche era aún peor. La angustia y el desasosiego, una vez más, poblaban sus sueños, convertidos en una sucesión de aterradoras pesadillas que no le permitían descansar.
Esa mañana, incluso Sumire le había preguntado por la palidez de su rostro y, bajo sus ojos, dos semicírculos grises hablaban a gritos de la agitación de su espíritu.
Hinata seguía sin parar de darle vueltas al asunto de Kawaki, en un vano intento de encontrar una solución. El abogado no le había dado muchas esperanzas; las pruebas contra Kawaki eran abrumadoras y lo señalaban de manera ineludible.
En momentos como aquel era cuando Hinata más echaba de menos a Kakashi. El psicólogo del centro de menores había sido lo más parecido a una figura paterna que nunca tuvo y lo añoraba terriblemente.
Deseaba poder hacer algo más, pero no sabía qué. Se sentía sola, perdida; tenía la sensación de que cargaba un inmenso peso sobre sus hombros que amenazaba con aplastarla, pero no había nadie con quien compartirlo. Aunque su vida no había sido un camino de rosas, precisamente, tras los últimos acontecimientos Hinata notaba que estaba a punto de derrumbarse.
Mientras miraba sin ver el vigoroso pino que crecía cerca del columpio, ahora inmóvil, sus pensamientos se volvían cada vez más negros. Sin embargo, como un inesperado ángel de la guarda, Yūkimaru eligió ese preciso instante para aferrarse a su cintura en un espontáneo abrazo, y ese simple gesto la sacó del marasmo de angustia y autocompasión que amenazaba con ahogarla.
Justo entonces, llegó la vieja camioneta y, a pesar de que Hinata tuvo que hacer un esfuerzo para despedir a los niños con una sonrisa, en cuanto el vehículo desapareció de su vista la joven sacudió su oscura melena; con decisión, arrumbó los pensamientos negativos en un rincón oscuro de su cerebro y se dijo que superaría esa nueva prueba como había superado tantas otras a lo largo de su vida.
Después se sintió más animada y empezó a discurrir nuevas formas de sacar a Kawaki del aprieto en el que se encontraba. No tenía ninguna duda de la inocencia del chico y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para demostrar; así, de paso, le enseñaría a ese policía salvaje lo equivocado que estaba.
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Protege mi Oscuridad
Paranormal¿Qué pasa cuando la realidad dista de ser como pensamos? ¿Qué pasa cuando la lógica no explica todo lo que sucede? - Adaptación a los personajes de Naruto - Protagonistas Naruto y Hinata - La historia imágenes y personajes no me pertenecen, créditos...