¿Qué pasa cuando la realidad dista de ser como pensamos? ¿Qué pasa cuando la lógica no explica todo lo que sucede?
- Adaptación a los personajes de Naruto
- Protagonistas Naruto y Hinata
- La historia imágenes y personajes no me pertenecen, créditos...
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Durante el resto de la semana, Naruto no llamó a Hinata a pesar de que ardía en deseos de escuchar su voz. Se decía que estaba demasiado ocupado, lo cual era cierto pues, además del caso de Moegi, debía ocuparse de dos nuevos crímenes que habían tenido lugar con dos días de diferencia.
El inspector no llegaba nunca a su casa antes de las once de la noche y se levantaba muy temprano, pero en el fondo sabía que eso eran solo excusas patéticas. La verdad era que no la llamaba porque estaba asustado.
Muy asustado.
A pesar de que todas las noches caía agotado sobre su cama, aún tardaba un buen rato en dormirse. Sin pedirle permiso, su mente parecía decidida a recrearse en la noche en que Hinata y él hicieron el amor.
La imagen del cuerpo desnudo de Hinata, de sus caricias apasionadas, de las increíbles sensaciones que había experimentado lo atormentaban y soñaba con tenerla de nuevo entre sus brazos y hacerla suya una vez más. Muchas veces, terminaba abrazado a la almohada y tenía que morder la funda para reprimir los gemidos de deseo que el recuerdo le provocaba.
Jamás había perdido el juicio de semejante manera por una mujer. Se negaba a sí mismo, una y otra vez, que eso que sentía fuera amor; pero, en el fondo, sabía que no sería capaz de seguir viviendo sin ella a su lado y le aterraba la idea de volverse tan dependiente de alguien como lo había sido su padre.
El jueves se presentó en la comisaría pálido, sin afeitar y con unas marcadas ojeras, y hasta Konan —de la que sospechaba que no sentía mucha simpatía por él— le preguntó, preocupada, si estaba enfermo.
Sentado frente a la mesa de su despacho, mirando sin ver la enorme pila de papeles que se iban acumulando día tras día sobre ella, tomó una decisión: necesitaba hablar con Hinata hasta el punto de que temía enloquecer si no lo hacía. Escuchar su voz, contemplar su precioso rostro, abrazarla hasta cortarle la respiración eran requisitos indispensables si quería conservar la cordura.
Decidido, cogió el móvil y empezó a marcar, pero antes de terminar, entró una llamada por el teléfono de la comisaría. Fastidiado por la interrupción, descolgó con brusquedad y contestó de malos modos.
Era una llamada del laboratorio y lo que le contó su interlocutor hizo que la piel de su rostro palideciera aún más. Cuando colgó, apoyó los codos sobre la mesa y hundió las manos en sus cabellos, abrumado. Sabía que lo que tenía que hacer iba a pasarle una enorme factura y no estaba seguro de poder pagar el precio.
* * *
Hinata estaba preparando la cena. Los pequeños no tardarían mucho en terminar de bañarse y sabía que bajarían exigiendo su comida como pirañas hambrientas. Esbozó una desganada sonrisa ante sus pensamientos, a pesar de que durante lo que llevaba de semana no había sentido el menor deseo de sonreír.
Naruto no la había llamado y, por supuesto, ella tampoco lo había hecho. Aunque se decía a sí misma que no debería darle tantas vueltas a lo que solo había sido una noche de lujuria desenfrenada, no podía evitar sentirse mal.