¿Qué pasa cuando la realidad dista de ser como pensamos? ¿Qué pasa cuando la lógica no explica todo lo que sucede?
- Adaptación a los personajes de Naruto
- Protagonistas Naruto y Hinata
- La historia imágenes y personajes no me pertenecen, créditos...
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Tumbada en su cama, Hinata daba vueltas sin cesar. Tan pronto tenía frío, como se asaba de calor. Los acontecimientos del día bullían en su cabeza mezclados en un loco caleidoscopio: la espantosa visión de esa mano sobre su cama, la agradable cena con el inspector en la cocina, el terror paralizante, la atracción que sentía por el policía...
Desesperada, echó las sábanas a un lado y decidió bajar a la cocina para prepararse una de sus tisanas. Sin hacer ningún ruido, abrió la puerta y se paró a escuchar. Lo único que se oía era el vendaval que soplaba en el exterior, así que, descalza, bajó la escalera con cuidado.
Se dirigía hacia la cocina, cuando le pareció escuchar un leño que caía en la chimenea del salón y le preocupó haberse olvidado de apagar el fuego. Nada más entrar, sus ojos chocaron de frente con los del policía que permanecía muy quieto sentado en el sillón en la semioscuridad.
—¡Me has asustado! —exclamó Hinata llevándose una mano a la garganta.
De pronto, fue consciente de que apenas iba vestida con un camisón corto de tirantes y él, por lo que podía apreciar en la penumbra del salón, cuya única iluminación provenía de las brasas que aún ardían en el hogar, solo llevaba puestos esos desgastados pantalones vaqueros que tan bien le sentaban.
—Lo siento, no podía dormir —a Hinata le pareció que su voz sonaba más ronca que de costumbre.
—Yo tampoco puedo, ha debido ser tu «café de primera», llevo horas dando vueltas en la cama. He bajado a prepararme una tisana que guardo para estas ocasiones, ¿quieres una? — Hinata se dio cuenta de que hablaba atropelladamente y aspiro con fuerza, tratando de serenarse.
—Sí, por favor —respondió Naruto con suavidad.
Bebería veneno puro si con ello conseguía que se quedara un rato haciéndole compañía. Notó que su corazón latía desbocado. A él no le había afectado el café. Su insomnio estaba provocado por la súbita revelación que había tenido hacía unas horas y, después de verla con ese fino camisón de satén que dejaba a la vista sus piernas interminables y la piel delicada de sus hombros, cualquier vestigio de sueño se había evaporado en el acto.
Pocos minutos después, Hinata entraba de nuevo en el salón con una bandeja en la que llevaba dos tazas de valeriana. Con cuidado, se sentó en el sofá frente a él y le pasó una de las tazas.
—Voy a echar un tronco, si no, te vas a quedar helada.
Hinata lo observó mientras se agachaba para sacar un par de leños del cesto que había junto a la chimenea y admiró los músculos de su espalda. Al ver cómo parecían cobrar vida propia al resplandor de las llamas, tuvo que contener un jadeo; era la espalda más apetitosa que había visto jamás.
Asustada por sus inoportunos pensamientos, se llamó al orden. Con dedos un tanto temblorosos cogió su taza y le dio un sorbo. Naruto se sentó de nuevo, alzó la suya y tras llevársela a la boca hizo una mueca de desagrado, que a Hinata le provocó una sonrisa.