¿Qué pasa cuando la realidad dista de ser como pensamos? ¿Qué pasa cuando la lógica no explica todo lo que sucede?
- Adaptación a los personajes de Naruto
- Protagonistas Naruto y Hinata
- La historia imágenes y personajes no me pertenecen, créditos...
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«...Pegada a la húmeda pared de piedra, trata de confundirse con ella. Inmóvil por completo, procura controlar su respiración agitada y aguza los oídos intentando captar el menor sonido que delate su presencia. Sabe que él está allí, oculto en algún lugar de aquella sofocante oscuridad, aguardando paciente...»
El sábado Hinata despertó tarde, pero con una inmensa sensación de cansancio. Jirones de aquel sueño recurrente se mezclaban en su cabeza con las imágenes del inspector Uzumaki besándola enloquecido. Luchó por desterrarlas todas al rincón más oscuro de su cerebro. No quería pensar.
Con decisión, hizo a un lado las sábanas, saltó de la cama y abrió la ventana y las contraventanas de par en par. Después se inclinó sobre el alféizar, cerró los ojos y con un gesto de deleite, inspiró el aire fresco de la mañana que arrastraba aromas de jara y pino.
Apenas quedaban un par de semanas para que el invierno tomara posesión, pero unos flecos tardíos del verano, hacían que el sol brillara con fuerza, si bien unas nubes espesas se habían posado, amenazadoras, sobre los agudos picos de Konoha.
En ese momento, Hinata escuchó en el jardín las voces de Yūkimaru y Sumire que, como de costumbre, parecían estar peleando por algo y les llamó:—¡Chicos, necesito un par de voluntarios que vayan poniendo la mesa, hoy desayunaremos en el jardín! Me ducho y bajo en cinco minutos.
Al oírla, los pequeños dejaron de discutir. Yūkimaru miró hacia arriba y extendió la mano con el pulgar en alto. Sumire se llevó los dedos a la frente en un saludo marcial y contestó:—¡A la orden! —y ambos corrieron en dirección a la casa, olvidados sus pleitos por unos momentos.
Hinata no tardó en bajar vestida con unos ajustados vaqueros, un cálido jersey de lana gris y el pelo suelto, todavía húmedo. Cuando salió afuera los tres chicos la esperaban sentados a la mesa sobre la que estaba dispuesto un apetitoso desayuno y los pequeños gritaron:—¡Sorpresa!
—¡No puedo creerlo! ¡Qué detalle! ¿De dónde han sacado el bizcocho? —Hinata se sentó, y se sirvió un poco del aromático café.
—Lo hizo Chiyo ayer. Yo solo he preparado el café y los enanos se han ocupado del resto —Kawaki sonrió y la hosquedad habitual de su semblante se diluyó como azúcar en un vaso de agua.
—Mil gracias, chicos, es todo un detalle. ¿Qué tal está tu mano? —preguntó Hinata mientras cortaba un trozo de bizcocho y se lo pasaba a Yūkimaru, que en ese momento estaba de lo más entretenido comiéndose con la cuchara los grumos de cacao que flotaban en su taza.
—La férula resulta algo incómoda, pero no me duele. Lo malo es que esta semana quería acabar de reparar la mesa que me dejó la dueña de la mercería —el muchacho se encogió de hombros, resignado.
—No te preocupes, solo tendrás que llevarla durante una semana y estoy segura de que Shizune no tiene prisa.
El desayuno resultó muy alegre y Hinata se rió varias veces con las ocurrencias de los niños. Con la llegada de la mañana, los temores y las preocupaciones del día anterior parecían haber desaparecido como por ensalmo.