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—¡Hinata! ¡Hinata! —la agarró con el brazo sano, pero la joven, congelada y medio inconsciente, luchó contra él

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—¡Hinata! ¡Hinata! —la agarró con el brazo sano, pero la joven, congelada y medio inconsciente, luchó contra él.

—¡No! —su grito de angustia le heló la sangre.

—¡Hinata, tranquila, soy yo, Naruto! —la estrechó más fuerte contra su pecho y hundió la cara en sus cabellos.

Por fin, sus palabras parecieron penetrar en su cerebro febril y, con un sollozo, Hinata alzó los brazos, los enredó alrededor de su cuello y hundió la cara en su garganta.

—Naruto, Naruto, no.. puedo creer... que estés aquí...

A Naruto le pareció sentir el roce de unos labios helados en su garganta y eso, y el que ella lo llamara por su nombre, hizo que su pecho se hinchara de puro amor hasta que pensó que estallaría. Con un rápido movimiento, Naruto se desembarazó del cabestrillo que le había colocado el médico y, sin prestarle la menor atención al dolor agudo que lo asaltó, pasó el brazo bajo las piernas de Hinata y la alzó como si no pesara nada. 

El agente protestó y dijo que él podía llevarla, pero Naruto no le hizo el menor caso y siguió avanzando con ella en brazos en dirección a la salida, mientras que el joven agente iluminaba el camino.

—Te llevaré al hospital —dijo Naruto sin notar el dolor, ni el frío, ni nada que no fuera la emoción de haberla encontrado sana y salva.

—No por favor, Naruto... Quiero ir a casa..., quiero ver a mis... niños. Estarán preocupados. Por favor... —a Naruto le costó resistirse a sus ruegos, pero estaba muy preocupado por su salud. Su frágil cuerpo no paraba de temblar y, al rozarle la frente con su mejilla, le pareció que tenía algo de fiebre.

—Iremos primero al hospital para que te echen un vistazo y luego te llevaré a casa —respondió con severidad, sin revelar ninguna emoción.

—¿Pro...metido...? —los dientes de Hinata castañeteaban con fuerza.

—Tienes mi palabra.

Hinata se limitó a asentir sin despegarse de ese cuello fuerte y cálido que le parecía el único refugio posible en el universo. Por fin llegaron al todo terreno y el agente se puso en marcha a toda la velocidad que le permitían los agrestes caminos de tierra. 

Naruto se sentó detrás y sostuvo a Hinata sobre su regazo. A pesar de que la había cubierto con una manta que el previsor agente también llevaba en el coche, la joven seguía tiritando y parecía medio inconsciente. Naruto la abrazaba con todas su fuerzas, pero se sentía impotente y, cada vez más preocupado, acució al agente para que fuera más rápido.

Una vez en urgencias, el inspector enseñó su placa y los pasaron a ambos en el acto. A pesar de sus protestas insistieron en enviar a Naruto al cirujano, mientras a Hinata la metían en otro box. Aunque reacio a perderla de vista ni un segundo, el policía se vio obligado a acceder ante la insistencia del médico.

Protege mi OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora