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La luz inundaba la habitación cuando Hinata se despertó, con todo el jaleo, habían olvidado cerrar las contraventanas

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La luz inundaba la habitación cuando Hinata se despertó, con todo el jaleo, habían olvidado cerrar las contraventanas. Contempló al hombre que aún dormía tumbado a su lado; su semblante estaba mucho más relajado que de costumbre y parecía mucho más joven.

Un rizo de su espeso cabello rubio caía sobre su frente y los dedos de Hinata cosquillearon por las ganas de retirárselo de la cara. Su mirada curiosa se deslizó por el musculoso pecho desnudo, cuya piel era mucho más pálida que la de su rostro.

«Cualquiera que lo viera así», se dijo Hinata, «pensaría que hemos pasado una noche de loca pasión, si no fuera por el espantoso chándal gris que llevo puesto, claro está».

Sus ojos volvieron a escudriñar el rostro del policía, encantada de tener la oportunidad de observarlo sin que él se diera cuenta. Hinata aprovechó para examinar a placer esos rasgos firmes y masculinos que la volvían loca, diciéndose que quizá no tuviera otra ocasión para hacerlo.

Lo amaba, se dijo. Y aún más después de la ternura que mostró la noche anterior. Se preguntó qué sentiría él por ella. Sabía que la deseaba, eso sí; pudo verlo en sus ojos durante cada segundo que duró ese baño tan especial. Pero, ¿era eso suficiente?

En ese instante, los párpados de espesas pestañas se agitaron y el policía abrió los ojos. Al ver las ojos femeninos clavados en él, una devastadora sonrisa que mostraba sus dientes perfectos apuntó en sus labios y Hinata sintió que todos los huesos de su cuerpo se derretían.

—Buenos días, preciosa —susurró con su acariciadora voz de bajo.

—¿Preciosa? No pareces tú, inspector. Además de la herida del brazo, no te habrás dado un golpe en la cabeza, ¿verdad? —al ver las chispas traviesas en sus ojos, Naruto dobló el codo y apoyó la cabeza en su mano.

—Veo que estás mucho mejor, preciosa, y no, no he recibido ningún golpe en la cabeza. Así que hazte a la idea, porque no retiro una sola letra: eres preciosa... —Naruto extendió su brazo vendado y sus dedos rozaron con suavidad la mejilla femenina y bajaron hasta posarse en los sensuales labios de la joven.

Hinata dio gracias al cielo por estar tumbada en la cama, estaba segura que si hubiera estado de pie sus articulaciones hubieran cedido y habría acabado en el suelo, en especial, cuando el índice del policía empezó a trazar el contorno de su boca.

Sin querer, sus labios se entreabrieron en una súplica inconsciente que Naruto fue incapaz de resistir. Con un rápido movimiento, se incorporó un poco más y besó con ardor esa boca jugosa que parecía diseñada para recibir sus caricias. El contacto provocó un chispazo de tal envergadura, que las mentes de ambos se quedaron en blanco.

Sin embargo, en ese preciso instante, la puerta de la habitación se abrió de golpe. De milagro, Hinata consiguió recuperar una mínima parte del dominio de sí misma y, con rapidez, se apartó todo lo que pudo de Naruto, sin que a este se le escapara el furioso tono rojo que coloreó sus mejillas.

Protege mi OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora