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Continuó hablando un rato y, después de colgar, Naruto maldijo en voz alta; adiós a la ducha caliente con la que pensaba homenajearse a sí mismo en cuanto llegara al hostal

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Continuó hablando un rato y, después de colgar, Naruto maldijo en voz alta; adiós a la ducha caliente con la que pensaba homenajearse a sí mismo en cuanto llegara al hostal.

—¿Qué ocurre, inspector?

—Han encontrado a Yahiko Akatsuki. Muerto.

—¡Muerto! —exclamó Hinata, estupefacta.

—La partida de búsqueda ha encontrado su cuerpo en unos antiguos depósitos de agua abandonados. Sera mejor que te bajes, me esperan en el cuartel.

—¡Por favor, llévame contigo! —suplicó la joven agarrando la manga de su cazadora.

—Ni hablar, estás empapada y no pintas nada en la escena de un crimen. Si es que fue ahí donde se lo cargaron.

—Por favor, Naruto, quiero verlo. Igual puedo ser de alguna ayuda —el tono de Hinata era apremiante y a Naruto no se le escapó que era la primera vez que lo llamaba por su nombre. Escucharlo en sus labios le produjo la misma sensación que una caricia y no pudo resistirse.

La miró con el ceño fruncido, intentando disimular el poder que tenía sobre él:—Está bien, pero, te lo advierto, tendrás que quedarte en el coche. Y si coges una pulmonía, no me demandes.

—Tranquilo, no lo haré —aunque se había vuelto a poner el casco y Naruto solo veía sus ojos por la visera, adivinó que estaba sonriendo.

Naruto condujo hasta el cuartel. Allí le esperaban un todoterreno y un agente, listos para llevarlos hasta el lugar donde había aparecido el cadáver. Seguía lloviendo con intensidad y Naruto se alegró de no tener que coger más la moto. 

El camino que conducía hasta el depósito de agua en el que había aparecido el cuerpo era abrupto y estaba muy embarrado, por lo que, a pesar de que no distaba muchos kilómetros, tardaron más de media hora en llegar.

Varios focos muy potentes iluminaban el lugar, alumbrando a la media docena de hombres con impermeables que iban de aquí para allá, mientras recogían cosas del suelo y las metían en bolsas de plástico.

—Espérame en el coche —ordenó Naruto antes de salir del vehículo.

—¡Hola inspector, vaya noche de perros! —exclamó uno de sus hombres a modo de saludo—. Con tanta lluvia me temo que se van a borrar un montón de huellas.

—Eso parece, Chōji. ¿Has mantenido al resto de los hombres alejados del depósito? No me gustaría que sus impermeables empapados vayan dejando charcos en la escena del crimen y acaben con las pocas pruebas que queden.

—Tranquilo, inspector. Yo he sido el único que ha entrado. Cuando rastreábamos esta zona me di cuenta de que alguien había forzado la puerta, me asomé y vi al tipo tendido en el suelo.

El depósito era una edificación de hormigón sin ventanas; la única entrada era una puerta cuyo candado colgaba abierto de una anilla. Dentro de la construcción de apenas tres metros cuadrados, un foco iluminaba el cuerpo sin vida. 

Protege mi OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora