Capítulo 22

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Ya era de madrugada, la habitación se sentía tan silenciosa y tranquila, eran casi las 3 de la mañana, la hora de la coronilla de la divina misericordia... Aunque ésta mayormente era en la tarde debido a la muerte del hijo de Dios que fue a esa hora, el demonio acechaba más en la hora contraria, en la madrugada... Suspiré y me levanté, caminé en la oscuridad de la habitación, creé una barrera de protección para mis protegidos, no quería que ningún demonio entrara a casa, mis alas brotaron de mi espalda, observé por el balcón y me deje caer haciendo que mis alas se desplieguen y empecé mi supervisión mañanera, podía observar a mis demás compañeros trabajar, a cada demonio que veía lo degollaba en un santiamén y desaparecía de sus vistas, donde yo era lo último que veían antes de desaparecer, aterrizé en medio de algunas casas y decidí dar un paseo por la tierra, donde podía ver almas en penas, desde ancianos hasta simples niños pequeños, almas que fueron olvidadas en el purgatorio, que dejaron de ser oradas.

Pude ver el alma de un niño pequeño, que parecía correr asustado de lo que parecía ser un demonio, mi mirada se endureció al ver al demonio y tomé impulso antes de dar un salto y aterrizar sobre el demonio, mirándolo de una forma sombría, antes de empuñar mi espada celestial y apuntar su garganta.

-Pequeño, cubre tus oídos y ojos -Hablé en un tono serio y gélido.

-E-está bien, señor... -Susurró antes de esconderse para no escuchar y mirar.

Después de eso, bajé la mirada al demonio, donde creé agua bendita y la dejé caer sobre él, escuchando sus gritos de dolor ante el ardor de su piel ante el contacto del agua, me disgustaba el ruido que hacía al gritar, donde enterré la espada en su garganta lentamente, me maldijo antes de pudrirse en el suelo, donde vi las llamas del infierno desaparecer su cuerpo.

Pude ver a la pequeña alma en pena mirándome, saliendo de su escondite, se acercó lentamente a mí con ligeras lágrimas en sus nítidos ojos, el niño hizo una leve reverencia ante mí antes de hablar de forma suave y trémula:

-Se lo agradezco mucho... Señor, gracias por protegerme -Lo vi recomponerse, apenas conteniendo las lágrimas, me arrodillé frente a él y extendí mi mano para acariciar su cabeza con delicadeza, pude notar su miedo, observé su expediente y al parecer... Este pequeño murió de cáncer a la edad de 8 años, con razón tenía un gorrito, emití una muy pequeña sonrisa e hice que el pequeño tuviera un crecimiento en su cuero cabelludo, que fue cubriendo un poco su rostro algunos mechones de cabello, el pequeño al notarlo, pude notar su felicidad y dió un salto para abrazarme con fuerza.

-¡Gracias, gracias, de verdad gracias! -Pude verlo llorar de felicidad aferrándose a mí, a lo que lo envolví dulcemente con mis alas, hice aparecer un pequeño osito de peluche y se lo ofrecí al niño donde rápidamente lo tomó y lo abrazó con fuerza, posé mi mano sobre su pecho e hice que una luz emanara de él, donde pequeñas alas y aureola brotaron del pequeño.

-Bienvenido, pequeño angelito -Pude verlo empezar a desaparecer, iba a ascender al cielo.

-¡Promete que lo volveré a ver, señor!

-Si, me volverás a ver cuando seas todo un ángel mensajero.

-¡Si, haré mi mayor esfuerzo, lo prometo, no voy a fallar! -Mencionó entre lágrimas mientras se abrazaba a mi con fuerza.

-Sé que no fallaras, ve al cielo angelito y no dejes que los demonios te lastimen, hazte fuerte y vuelvete un ángel fuerte, te estaré esperando hasta entonces.

Pude notar como se aferraba más a mí mientras la luz lo iba desapareciendo, abrazó con fuerza su peluche entre lágrimas.

-Adiós...

-No es un adiós amiguito, será un hasta luego, cuidate mucho allá arriba.

Finalmente, el pequeño desapareció, a lo que yo me levanté y miré los restos de luz desaparecer, mantuve mi expresión neutral pero sentí un dolor punzante en mi pecho, donde posé mi mano sobre mi pecho y susurré:

-Buen viaje al cielo, pequeño.

Me di la vuelta y observé a Akane frente a mí, a lo que demostré una expresión de sorpresa, la ví mirándome con una mirada tierna y dulce mientras se acercaba a mi.

-Pensé que estabas dormida.

-Lo estaba... Pero no sentí tu presencia y me desperté, reconozco tu aroma a Gardenias, aquel aroma que me trajo aquí.

-Mmm, tienes un olfato agudo, supongo que ya sabes donde localizarme, por lo que puedes notar... Estoy trabajando.

-Fue lindo ver... Como volvías un alma en pena un ángel.

-No tuvo una larga vida para cometer pecados mortales, simplemente falleció siendo un alma pura, donde ya le concedí su descanso en el jardín.

-¿Jardín? ¿Así representas el paraíso? -Preguntó.

-Verdaderamente el paraíso lo creas tú, parece como una semilla que con el tiempo crece... En donde con el tiempo te darás cuenta si estas prosperando o simplemente no pudiste dar el cuidado y recurso necesario para florecer.

-Si, tienes razón, nosotros creamos nuestro propio paraíso... ¿No?

-Se podría decir que sí, ese pequeño se volverá un ángel fuerte, puedo afirmarlo, será un ángel ejemplar.

-Me conmueve que le des la esperanza que no pudo tener en vida, es lindo saber el hecho de que intentas devolverle la luz que perdió en el momento de su fallecimiento, pero, noté lo mucho que se aferraba a ti, al verlo llorar, sentí una punzada en mi pecho que me hizo querer abrazarlo, muchos mueren de forma injusta, ¿no?

-No juzgo las decisiones de mi maestro, él ofrece niños especiales a familias especiales, en donde desea ver como salen adelante, donde se aprecia el amor y cuidado como también la pérdida y despedida, duele... Pero es algo que forja al humano.

-Hay que sufrir para aprender a vivir, ¿no? -Mencionó levantando la mirada, mirándome a los ojos con una  cálida sonrisa.

Suavicé mi expresión y esbocé una sonrisa ladina, hice un leve asentimiento y me di la vuelta, caminando para regresar a casa, siendo seguido por Akane, que tomó mi mano y caminó a mi lado con un gran brillo en sus ojos.

-Por cierto, gracias por los accesorios y el vino -Respondió con una risita.

-No hay de que, pero más te vale no embriagarte - Mencioné mirandola de reojo.

-Bueno, bueno, trataré de no hacerlo pero no prometo nada -Alegó con una voz cantarina y tierna, casi haciendo una expresión inocente e infantil.

-Bien, solo vamos a casa, tengo que hacer el desayuno.

-¡Si, vamos!

Y así fue como ella salió corriendo arrastrandome hasta la casa jalando mi brazo, como una niña pequeña emocionada.

¿Verdaderamente lograré sentirme humano? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora