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- papá ya acabó con la reunión
Darío entró en la oficina por tercera vez en este día. Suspiré. Me levanté del columpio y tomé aquellas carpetas en mis manos.
- de acuerdo, aquí voy entonces
- ¿Seguro que no quieres que vaya contigo?
- puedo hacerlo
- estaré fuera de su oficina de igual manera
Asentí en silencio. Salí de la oficina y caminé por el corredor hacia la oficina de mi padre, con las miradas de algunas empleadas sobre mi persona ¡Uff! Si supieran quién soy realmente no estarían viéndome como si... bueno, como si fuera de esas chicas que buscan esa manera de llegar a lo que quieres. Llegando a la oficina principal di tres pequeños golpes a la puerta... mi padre sabía exactamente que se trataba de mí, o de mis hermanos, si tocábamos así a la puerta.
- adelante
Y allí estaba la señal que esperaba. Apenas vi a Darío a unos metros, observando sigilosamente por si surgía algo, abrí la puerta y entré, cerrándola de nuevo detrás de mí.
- me sorprende verte por aquí, princesa
- es... umm debo decirte algo importante
Alzó su mano, indicando que me sentara frente a él.
- bien, dime querida, ¿Qué ocurre?
- umm verás...
Suspiré. Abrí las carpetas una a una sobre su escritorio. Comencé a explicarle cada detalle que habíamos encontrado con mi hermano. Pude notar, por su expresión, que no estaba muy contento... aunque no sé muy bien si era debido al problema, o al asunto de que haya sido yo quien se lo venga a comentar y no ellos.
- Jenna, ¿Cómo lo has...?
- Darío lo ha visto primero, pero tuvo la impresión de haberse equivocado así que me pidió que lo viera también y vimos que...
- no se había equivocado en verdad
Yo negué con la cabeza y guardé silencio mientras que mi padre pensaba por un momento que más decir. Al ver que no decía nada, le comenté aquellas mismas soluciones que le había propuesto a mi hermano.
- no, de ninguna manera podemos hacer eso
- papá, son gastos...
- gracias por tu ayuda, querida, pero no es algo de lo que debes preocuparte tú
- lo sé, pero...
- mira, solucionaremos esto, tus hermanos y yo, ¿De acuerdo?
- tú me trajiste a trabajar aquí... y ahora no me dejas dar mi ayuda en algo que...
- ya, deja de preocuparte por estas cosas
Se levantó de su asiento. Me levanté al unisono y me acompañó a la puerta.
*****
De regreso a casa me fui de prisa a mi habitación. Erik y Gabriel no demoraron en tocar mi puerta.
- Darío nos ha dicho de tu plática con papá
- ¿Por qué me lleva allí si no va a dejarme ayudar?
- mira el lado bueno, al menos descubriste algo que ni siquiera él sabía
- si, déjalo que intente arreglarlo y si no funciona pues... lo hará a tu manera, sólo espera
- quisiera estar sola, por favor
Ambos se marcharon. Me encerré en mi habitación entonces, sentándome en el suelo frente al armario mientras abría aquella caja que contenía todo lo de mi madre... cuanto te echo de menos mamá, no sabes cuánto necesito tus consuelos en estos momentos ¡Uff! Necesito tanto que tú...
Pequeños golpes a la puerta interrumpieron mis pensamientos. Me levanté enseguida. Al abrir miré hacia abajo, encontrándome con la dulce mirada de Tara y una tierna sonrisa.
- oh, ¿Qué ocurre, nena?
- mi hermano no juega conmigo
- oh...
Me incliné delante de ella, pensando un poco.
- umm quizás debe trabajar, luego jugará
- ¿Puedes jugar tú?
- umm... eh... si, claro, tengo un momento
Ella sonrió. Estuvimos en mi habitación. Le enseñé el piano e incluso algunos libros que aún conservaba de cuando era niña. Cuando quise darme cuenta habían pasado casi cuatro horas. Ambas nos habíamos quedado dormidas en mi cama, me di cuenta al abrir los ojos y ver a Amelia allí parada.
- ¿Quieres que la lleve a su cuarto?
Miré a Tara. Se la veía tan cómoda durmiendo allí, tan tierna abrazando a mis peluches.
- déjala aquí esta noche
- de acuerdo, querida, descansa
La acompañé hacia la puerta. Al darme la vuelta ví aquella pequeña dormida plácidamente en mi cama y no pude evitar sonreír ante aquella escena. Bajé por algo de beber antes de colocarme el pijama, encontrando a Caleb camino a la cocina.
- umm ¿Has visto a mi hermana?
- estaba conmigo y se ha quedado dormida
- ¿En tu cuarto? Lo siento, yo...
- oye, descuida, yo dejé que se quedara
- hablaré con ella mañana y...
- Caleb, cálmate, es una niña y he dicho que está bien
No dijo nada. Le deseé las buenas noches y después de beber un poco de agua en la cocina regresé al dormitorio. Me coloqué el pijama y acomodandome junto a Tara no pude evitar sonreír, recordando un momento vivido con mi madre hace tanto tiempo...

- cuéntame una historia
- ya es tarde y debes dormirte, nena
- por favor
Mamá jamás podía resistirse cuando le hacía esa cara que ella apodaba "carita de perrito regañado". En cuanto accedió, rendida, yo sonreí mientras me acurrucaba en su regazo. Mi madre me tomó entre sus brazos entonces, igual que hacía desde que era una bebé, comenzó a narrar aquella historia que me fascinaba tanto mientras que mis ojos iban cerrándose poco a poco por el sueño.
- ya estás cansada, mi niña
- no tengo sueño
- yo creo que sí
Soltó una pequeña risa. Me acomodó sobre la cama y comenzó a taparme con la frazada.
- descansa, princesa
- igual tú mami
Besó tiernamente mi frente. Entonces la vi con aquella sonrisa tan hermosa, y minutos después se alejó para salir del dormitorio y cerrar la puerta detrás suyo...

- ¡Uff! ¿Cómo iba a saber que esa sería la última vez que me harías dormir?
Sentí mis ojos llenos de lágrimas. Pasé mi mano por mi rostro para secarlas rápidamente. Cubrí a Tara con la frazada y me quedé observando fotografías en mi celular. Suspiré. La pequeña junto a mí se acercó de pronto, rodeó mi cintura con su pequeño brazo y no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa.

The Queen (Mini Serie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora