SIX|Bianca Di Angelo.

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BIANCA DI ANGELO.

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La noche llego, y con ellos también el mejor momento para llevar a cabo el ritual, Aarón tenía una manta que le había prestado Euritión, mientras que en sus manos tenía una taza de té que fue lo que logro que su enojo hacia Nico no volviera a estallar.

Cuando tuvieron todo listo, Aarón se alegro que ese tonto Rey no apareciera, su sola presencia le generaba asco, Minos no era alguien de confianza, era igual o peor que Dédalo, eso solo hacía que al hijo de Perséfone le dieran ganas de dejar a Nico y volver a la mansión Black.

-Ar... me ayudarias -La voz de Nico sonaba algo asustada, no queria que su amigo le gritara y decidiera irse con Percy por como le había hablado hace unas horas.

-Esta bien.

Aarón dejo su taza en el piso y fue hacia el hijo de Hades y se sento a su lado, para luego ambos empezar con el cantico griego. Percy se dio cuenta de que incluso en la oscura noche, el rubio cabello del hijo de Persefone parece brillar como el bronce celestial.

Luego de unos segundos los espiritus empezaron a aparecer.

-¡Detenlo! -exclamó Nico, interrumpiendo por un instante su cántico-. ¡Sólo Bianca puede beber!

Si bien Nico había dejado de cantar, Aarón siguió mientras su pelo poco a poco tomaba un tono negro, pero que no se volvía tan fuerte ya que Nico volvió a cantar.

El espíritu que había logrado tomar de la fuente que estaba destinado para la hija de Hades. Había cobrado la forma de un hombre barbado con túnica blanca. Llevaba una diadema de oro en la frente; sus ojos, aunque estuvieran muertos, adquirían vida de pura malicia.

-¡Minos! -dijo Nico-. ¿Qué estás haciendo?

-Discúlpame, amo -respondió el fantasma, aunque no parecía muy apenado-. El sacrificio olía tan bien que no he podido resistirlo. -Se miró las manos y sonrió-. Es agradable poder verme a mí mismo de nuevo. Casi con formas sólidas...

-¡Estás perturbando el ritual! -protestó Nico.

Los espíritus de los muertos empezaron a cobrar un brillo de peligrosa intensidad y Nico se vio obligado a reanudar el cántico para mantenerlos a raya.

Ahora había sido Aarón el que dejó de cantar, su pelo rubio volvió a relucir, sus ojos rojos miraron a Minis con enojo.

-Sí, muy bien, amo -comentó Minos, divertido-. Sigan cantando. Yo sólo he venido a protegerlos de estos mentirosos que los acabarían engañando. -Me miró como si fuese una especie de cucaracha-. Percy Jackson... vaya, vaya. Los hijos de Poseidón no han mejorado mucho a lo largo de los siglos, ¿no es cierto?

Aarón no siguió cantando, incluso ante la mirada suplicante de su amigo, que estaba más que ansioso ante la idea de ver el espíritu de su hermana.

-Buscamos a Bianca di Angelo -le dije Percy-. Lárgate.

El fantasma rió entre dientes.

-Tengo entendido que una vez mataste a mi Minotauro con las manos desnudas. Pero te aguardan cosas peores en el laberinto. ¿De veras crees que Dédalo va a ayudarte?

Los demás espíritus se removían, inquietos. Annabeth sacó su cuchillo y ayudó a mantenerlos alejados de la fosa. Grover estaba tan nervioso que se agarró del hombro de Tyson.

-A Dédalo no les importa nada, mestizos -nos advirtió Minos-. No pueden confiar en él. Ha perdido la cuenta de sus años y es muy astuto. Vive amargado por los remordimientos del asesinato y ha sido maldito por los dioses.

Los Príncipes del Inframundo (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora