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(__) miró confundida al azabache que se encontraba frente a ella

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(__) miró confundida al azabache que se encontraba frente a ella. Ni Haibara ni Yuji estaban a su alrededor.

No comprendía por qué Choso había venido a verla. Sus únicas interacciones previas habían sido sumamente incómodas.

Incluso solían ignorar la existencia del otro, hablando solo cuando era estrictamente necesario.

—¿Yuji o Haibara te obligaron a venir? —le cuestionó.

—En absoluto, vine por voluntad propia —negó tajantemente, provocando que un silencio incómodo se formara entre ellos.

—Bien, ¿y a qué has venido? —le interrogó, dejando de lado la cortesía. Después de todo, él no se había comportado de la manera más amable con ella.

—Vine a traer algunas cosas para los bebés. Sé que no quieres recibir regalos de ninguno de nosotros, pero tal vez podrían interesarte —dijo de forma monótona.

(__) alzó ligeramente una ceja mientras se cruzaba de brazos. Realmente no esperaba nada de ellos; le abrumaba sobremanera que siempre quisieran colmarla de regalos.

Después de todo, aún se sentía apenada por no conocer la identidad del padre de sus bebés. Sentía que estaba abusando de su buena voluntad cuando le daban algo sin estar seguros de su paternidad.

—¿Qué es? —suspiró con resignación, sabiendo que si no aceptaba, él podría terminar haciendo lo mismo que Yuji o Haibara para que cumpliera con sus demandas.

—Traje libros de lectura y algunos discos de vinilo que solía escuchar mi madre cuando estaba embarazada. Yuji me contó que tenías un tocadiscos en tu dormitorio y acostumbrabas escuchar música antes de dormir. Mi madre siempre ha dicho que la música clásica y escuchar la voz materna es beneficioso para estimular a los bebés desde el vientre —mencionó.

(__) se sonrojó ligeramente al escuchar aquello. Se dio cuenta de que Choso había pensado detenidamente qué regalarle. Se había tomado la molestia de escuchar a su hermano a pesar de no ser de su agrado.

—Mi madre es fanática de las composiciones de Grieg y Tchaikovsky. Espero que sean de tu agrado, aunque los bebés todavía no pueden escuchar la voz —compartió aquel dato.

—No te preocupes, disfrutaré de sus composiciones —le aseguró con confianza.

—Espero que te gusten los libros. El favorito de Yuji era "El gatito de la felicidad"; siempre solía pedirle a nuestra madre que se lo leyera. Mientras que Noritoshi era bastante fanático del libro "Hombre de color", hasta el punto de que lo interpretó el Día del Niño en parvulitos. Todavía recuerdo que nuestra madre no pudo quitarle en días la pintura negra de la cara —dijo con un tono de voz relajado, sonriendo ligeramente.

—Ya veo, entonces esos son libros bastante importantes para ustedes. Los cuidaré mucho, te lo prometo. ¿También trajiste tu libro favorito? —mencionó con sinceridad, mientras Choso sintió cómo su corazón latía con fuerza al ver cómo (__) sonreía ligeramente.

—Sí —aceptó algo apenado, desviando ligeramente su mirada.

—¿Puedo saber cuál es? —le preguntó con gran interés.

—"Un beso en mi mano". Cuando leo ese libro, siento que mi madre estará conmigo en cada etapa de mi vida —comentó algo cohibido.

—¿Estás seguro de entregarme algo tan importante para ti? —le interrogó con curiosidad, dudosa de aceptar aquel libro viendo lo que significaba para él.

—Estoy seguro de ello. Creo que para los bebés puede significar bastante —le dijo con firmeza en su voz.

(__) se quedó pensativa ante ello y tomó repentinamente las manos de Choso, haciendo que sus mejillas se tornaran de un intenso color carmín.

—Si tú me das ese libro, yo te daré mi libro favorito de mi infancia. Haremos un intercambio equivalente —le dijo con una enorme sonrisa, haciendo estremecer por completo al azabache.

(__) lo llevó consigo a su hogar. Sus padres no estaban, así que sería mucho más fácil llevarlo sin que se interpusieran o hicieran demasiadas preguntas.

Una vez entraron a su habitación, (__) se dirigió a una pequeña cómoda donde tenía aquel libro que solía leer cuando se encontraba triste y desmotivada.

—Aquí está —le enseñó el libro a Choso—. Mi libro favorito era este: "Adivina cuánto te quiero". Mis padres solían imitar algunas frases del libro cuando tenía pesadillas y me hacían dormir al recordarme de diferentes formas y medidas cuánto me querían.

Recordó con dulzura aquellos años. Le entregó aquel libro de pasta dura que había cuidado por años.

—Por favor, cuídalo. Es un hermoso libro que expresa el amor entre padres e hijos. Estoy segura de que te será de ayuda en algunos años si decides ser padre —musitó algo avergonzada.

—Lo haré —afirmó con una sonrisa tímida en su rostro.

—Lo haré —afirmó con una sonrisa tímida en su rostro

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Bebé a bordo [JJK X Lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora