𝐅𝐀𝐌𝐀| Olívia Annenberg, más conocida como la hija de Clarice Annenberg, la estrella de cine que ha ido conquistando el mundo con su carrera. El apellido más conocido en algunos países y especialmente en los Outer Banks, el paraíso en la tierra.
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↳ olivia pov
HAN PASADO UNOS DÍAS desde que me enteré de la muerte de Singh y, para ser honesto, tenía serias dudas de que realmente fuera cierto. Y por mi miedo de ponerme algo en la cabeza y no quitármelo mientras lo hago, lo hice. Fui a la casa de Singh donde estaba atrapado para asegurarme de que era cierto, allí encontré su ataúd con una carta encima, donde solo quería mi perdón por todo.
Perdono a la gente, no veo motivo para no perdonar, ni siquiera por qué, el perdón puede doler más que el castigo. Siempre he tenido esto en la cabeza, creo que el propio remordimiento de una persona es en sí mismo más doloroso que una forma de castigarla. Entonces sí, lo perdoné.
Ahora, lo único que quiero hacer es centrarme en mi vida, mis cosas, mis logros, mi matrimonio y mi futuro. Quiero dejar atrás todo lo que me pasó, quiero seguir con la frente en alto y los sentidos intactos, no es fácil olvidar todo lo que me pasó desde que me mudé a la isla, de hecho, es casi imposible... pero Rafe me está ayudando a superar esto, me está apoyando y haciendo que esté bien. Estamos superando todo esto juntos.
Estoy en el auto, con Willian conduciendo mientras pienso en todo esto. Acabo de salir de la oficina de Annenberg, voy a resolver una cosita que me molesta desde hace un tiempo en la sección de pogue.
—Gracias, señor Willian—le agradezco tan pronto como mi guardia de seguridad abre la puerta del auto para que pueda salir—Tan pronto como termine, te llamaré—salgo del auto en cuanto él acepta, junto con mi guardia de seguridad cerrando la puerta.
Miro la humilde casa frente a mí y respiro hondo cuando veo que cierta chica está sentada en el banco del porche de la casa mirando hacia aquí, asustada.
Se levanta con cierto temor mientras nos mira acercándonos a ella, trato de darle una sonrisa para consolarla. Pero este acto mío parece que no fue suficiente.
Entró rápidamente a su casa y poco después salió al porche nuevamente con una escopeta en sus manos apuntándonos a mí y a mis dos guardias de seguridad. Inmediatamente me asusté, pero nunca había visto movimientos tan rápidos como los de los dos hombres detrás de mí. Uno pasó frente a mí rápidamente, como un escudo mientras el otro ya sacaba su arma apuntándola nuevamente.
