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Los recuerdos de su madre estaban caracterizados por su belleza, la radiante sonrisa que le dedicaba siempre que la atrapaba mirándola, lo bien que siempre estaba ante el mundo

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Los recuerdos de su madre estaban caracterizados por su belleza, la radiante sonrisa que le dedicaba siempre que la atrapaba mirándola, lo bien que siempre estaba ante el mundo. Y aunque su padre había fallecido, el cómo logró salir adelante con nada más que su hija y lo que su esposo le había dejado.

Sin embargo, al volverla a ver, se veía desgastada. Ya no sonreía. Su cabello estaba maltratado y descolorido, mechones de cabello rebelde se escapan de su coleta mal hecha. Tenía arrugas debido al paso del tiempo. Sus ojos se habían cristalizado al volverla a ver, igual que los suyos. No parecía nada fuerte como lo era en realidad.

—¡Mamá!

Se lanzó para abrazarla, y ella la recibió en su pecho, todavía sin respirar apropiadamente. Sentía la manera en la que temblaba, y aún así, se esforzaba por sostenerla, por no dejarla caer. Su rostro se había puesto rojo por las lágrimas que derramó, e incluso ____ también se dejó derrumbarse, cosa que nunca se había permitido frente a alguien.

—____, mi hija... — alcanzó a decir. Solo ellas dos podían escuchar sus palabras temblorosas. — ¿Dónde estabas?

—Es muy largo de explicar... — cuando Madeline, su madre, se separó para mirarla, para asegurarse de que aquello no era otro de sus sueños donde se reencontraba con su hija, vio el uniforme que portaba. La enorme «R» roja en su pecho. Al sentir que su agarre se debilitó, subió la mirada, confundida. — ¿Mamá...?

—¿Eres parte del Team Rocket...?

Ahí estaba. Los años que se esforzó para tratar de enorgullecerla, la Liga que se esforzó en ganar, esa huida de casa, todo para nada. Todas las expectativas que su madre tenía sobre ella se habían derrumbado frente a sus ojos. El hecho de que era la primera vez que se veía en bastantes años lo hacía aún peor.

—¿Puedo explicártelo? — la mujer, todavía sin poder creerlo, asintió con la cabeza. Se sentía bien que a pesar de todo le dejaría hablar. Giró la cabeza, mirando a sus compañeros por el rabillo del ojo. Habían presenciado toda aquella escena y no habían dicho nada. En verdad, estaban tan impactados como ella. Esa mujer era la madre de su compañera de equipo. — Chicos, ¿pueden dejarnos a solas? — asintieron de inmediato, saliendo de la casa. Le ayudó a su madre a pararse del suelo y se sentaron en la mesa, una frente a la otra. — ¿Por qué estás en Kalos?

—Me sentía demasiado sola en Kanto, así que... me mudé a esta casa donde solíamos venir de vacaciones hace un par de años. — asintió, comprendiendo todo. Se sumieron en un silencio incómodo, donde su madre buscaba que la mirara y ella le rehuía. Jugueteó con sus dedos, en señal de claro nerviosismo. — ¿Por qué?

Su progenitora, la mujer que le dio la vida, cuestionó directamente, todavía llorando y temblando.

Nunca quiso verla así, por eso se había ido en primer lugar.

Comenzó a decirle sus razones, sus motivos para irse y dejarla sola sin aviso alguno, para dejarla desesperada por no saber donde estaba. Le dijo cómo se sentía, e incluso comenzó a llorar de nuevo, rogándole que la perdonara por la atrocidad que le había hecho, por unirse al Team Rocket. Incluso por ser feliz mientras ella se deshacía en desesperación.

Ni con todo el dinero del mundo podría volver en el tiempo, a ser las que eran. A esos abrazos cariñosos, a esos besos en la mejilla, la expectación que sentía al despertar e inmediatamente ir a verla, cuando le contaba cómo le había ido en la escuela... todo se había ido y no volvería. ¿Tenía permitido llorarle, aunque fuera egoísta?

Las cartas que llegó a escribirle quedaron en el olvido, sentimientos de melancolía descritos con la tinta granate de sus venas, el fuego avivado que le brindó la calidez que no sintió en tanto tiempo consumiéndolas. Ella pensó que sí podría llegar a dárselas.

Sabía que no merecía su perdón, pero igual lo recibió, y eso fue todavía más doloroso. Perdió la cuenta de la veces que le pidió perdón, en un hilo de voz, mientras le dolía la garganta por tanto llorar.

Mientras tanto, Jessie, James y Meowth se encontraban afuera de la cabaña, impacientes por no saber lo que sucedía ahí adentro. Comprendían las circunstancias, y que algo más allá había sucedido, pero ¿por qué dejarlos en suspenso?

Jessie se giró hacia el chico, quien parecía genuinamente preocupado. Era evidente que su madre no estaba enterada de que se había hecho agente del Team Rocket. No quería que eso le trajera problemas.

—Te gusta ____, ¿verdad?

Decir que James se escandalizó fue poco. Esa pregunta había sido tan estúpida pero a la vez tan correcta que no sabía si le había molestado.

—¡¿A ti qué te pasa?!

—¿Te gusta, o no? — Meowth intervino con una sonrisa en el rostro. — James, eres demasiado obvio.

—No es eso... es que me cae muy bien.

—Ni a mí me tratas así, y eso que llevamos años de amistad. Admítelo, no le diremos a nadie.

—No tengo que admitir nada. Me cae muy bien, me preocupo por ella, me hace feliz, pero no necesariamente significa que me gusta... ¿o sí?

La duda comenzó a invadirlo. Tal vez le agradaba más allá de los límites de la amistad. O tal vez no. Habían muchas posibilidades de lo que podría significar lo que sentía. La alegría que sentía al estar a su lado. El enojo que sintió al ver a ese chico tomándola de la mejilla como si fueran amigos de toda la vida.

—Mira, ella es una fiera que no se deja con nadie, tú puedes ser un buen domador en todo caso. Solo tienes que encontrar la forma de hacerle saber que estás ahí.

—Eso no me sirve de mucho.

—Si ella gruñe, tú vuelves a amansarla. Siempre ha sido así.

—Ella no es un animal. — balbuceó.

—Es una metáfora. ¿Entiendes lo que quiero decirte?

—No mucho...

Después de todo, no era normal el hecho de estar casi aceptando que le gustaba. Y si lo hacía, tenía que actuar, y rápido.

✓ STAY WITH ME, james.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora