032

68 11 0
                                    

Volver a entrar a su habitación no fue nada fácil

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Volver a entrar a su habitación no fue nada fácil. Seguía tal y como la había dejado la última vez, nada estaba fuera de lugar. Sus paredes rosa pálido, los zócalos blancos, la cubrecama y una frazada del mismo color. Parecía que no se había ido.

Le gustaba el pensamiento de que su madre había cuidado que el polvo no percudiera en la habitación. Por si ella volvía, para que no viera el deterioro de las cosas. El deterioro de su salud mental.

Incluso se mantenían sus figuras y pósters de sus cantantes favoritas de la infancia. Definitivamente había sido muy aniñada en algunos aspectos.

Su madre había permitido que sus compañeros se quedaran a dormir, incluso les preparó la habitación que había aparte. Al parecer, enterarse de que no estuvo sola la calmó, la hizo sentir más tranquila. Le dio la impresión de que le habían agradado sus compañeros.

Se dispuso a hacer el desayuno. Huevo revuelto, algo que supo hacer desde muy pequeña. Pensó en todo lo sucedido, rogándole a Dios que todo saliera bien de ahora en adelante. Entonces pensó en lo comprensivo que habían sido sus amigos desde que se había reencontrado con su madre.

«Corre. Huye. Lárgate. Ni ellos te soportan».

No quería volver a huir. No de ellos.

Por estar distraída en sus pensamientos tomó la espátula de donde no debía y se quemó. Soltó un quejido de dolor mientras se revisaba el dedo índice de la mano derecha, estaba rojo de la irritación. Se lo llevó a la boca para lamerlo, no funcionaba.

—¿Estás bien?

James apareció, somnoliento y con el cabello enmarañado. Se sacó el dedo de la boca para mirarlo.

—Les estaba haciendo el desayuno...

—Déjame ver. — extendió la mano. Entonces él le dio un par de palmaditas suaves. — Sana, sana, colita de rana...

Entrecerró los ojos, incrédula. — ¿En serio?

—¿Quieres una consolación más madura acaso? — asintió con la intrínseca intención de ser irónica. Pero entonces él tomó su muñeca y besó su índice. Se puso roja de los nervios, ¿acaso la había besado en el dedo? Él se separó, apenas siendo consciente de sus pómulos ruborizados. La visión le golpeó como un puñetazo en la cara, acelerando su pobre corazón. ¿Estaba haciendo bien lo que Jessie le pidió que hiciera, tranquilizarla? O, tal vez, se había pasado de coqueto. — ¿Ya no te duele?

—No, ya no. — mintió. Aunque no podía negar que se olvidó del dolor de la quemadura por un momento.

James sonrió. — Vamos a desayunar.

Se sentía tan sola con su propia miseria, pero al girar la cabeza para ver detrás suyo, ahí estaba James, y ese sentimiento se esfumaba.

Eso era algo que al parecer nunca cambiaría.

Luego bajaron los demás, y por último, su madre. Mantuvo especial atención en ella, dejando de lado a sus compañeros. Pero eso no les molestó, es más, se esforzaron por verse agradables.

El resto del día se dispusieron a hacer tareas del hogar, o cosas que simplemente Madeline no tenía ganas de hacer. James se mostró especialmente interesado en ayudarle, y la verdad es que no le molestó en absoluto. Su dadivosidad era una característica que amaba del chico.

Incluso llegaron a juguetear con ella por lo rosa que era su cuarto. Mientras que él lo encontró adorable, y la defendió de esas burlas de sus compañeros. Se sintió bien verlos así después de tanto tiempo manteniendo una falsa fachada de chicos serios.

Tenía miedo de dormir sola. A pesar de que había descansado bien, no era algo por lo que le gustaría pasar de nuevo. Entonces les propuso hacer una pijamada en su habitación, todos aceptaron muy contentos.

Después de muchas conversaciones sobre cualquier cosa, se abrazaron. James estaba pegado a ella como una garrapata, muy cómodo con la posición. Y a decir verdad, lo estaba también. Cosa que nunca creyó siendo que no le gustaba tanto el contacto físico.

—Duerme. — dijo él, acunando sus mejillas cariñosamente. — Pelearé con los sueños malos si se atreven a venir por ti.

Asintió, sonriendo por sus palabras. Se sentía segura en sus brazos, como si él fuera a cumplir su palabra y fuera a custodiar que nadie le hiciera daño mientras soñaba. Se animó a darle un beso en la mejilla y finalmente darle la espalda. James no se apartó.

✓ STAY WITH ME, james.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora