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Secretos de invierno— 14 años. 

La estadía de la familia Bustamante esa semana me pareció de las mejores en mucho mucho muuucho tiempo. Pablo, tal como se lo pedí, se mantuvo completamente alejado de mí. Ya no venía a mi casa, pero se encontraba con mi padre en otros sitios, como su propia casa, o en la zona de pesca, junto a sus cañas último modelo —siempre presumiendo lo que tiene, claro— Yo aproveché el resto de los días para juntarme con Mora y Sergio, o para salir con Tomás, a veces a nuestras salidas se sumaba Manuel, mi mejor amigo. Y en una de nuestras divertidas tardes, terminamos en casa de Hilda los tres, para merendar junto a ella, sus historias y principalmente sus galletas de chocolate. 

Lamentablemente Hilda a veces se compadecía del enemigo, y le daba unas galletas envueltas en un trapo a Tomás, para que se las alcancé a Pablo cuando regrese a su estancia. Si de mi dependiera, no le enviaría ni siquiera las migajas, y si yo fuera Tomás, comería todas las galletas en el camino para que a Pablo no le llegue ninguna, pero se que Tomi no es así.

 Lo importante, es que casi no nos cruzamos, y me pareció lo mejor. 

El verano terminó, las clases comenzaron, y tuve que poner en marcha mi plan de acercamiento a Marcos, el pobre chico que yo había utilizado ante los hermanos Bustamante para fingir que tenía un novio. 

Marcos Aguilar era el chico más tímido que había conocido, y era casi imposible mantener una conversación, pase todo el otoño tratando de acercarme a él. 

En invierno, mi relación con Marcos fue más cercana, aunque no lo suficiente. Por más que quisiera, ni siquiera estábamos cerca de ser amigos. Nuestros encuentros eran torpes y llenos de silencios incómodos. A veces, me preguntaba si Marcos estaba tan incómodo como yo, o si simplemente no le interesaba entablar conversación conmigo.

Intentaba acercarme a él en los pasillos del colegio o cuando lo cruzaba en cualquier parte del pueblo, pero siempre parecía encontrar una excusa para alejarse, y cuando me veía llegar, salía corriendo antes de que yo pudiera hablarle. Su timidez era evidente, y aunque yo intentaba ser amable y comprensiva, no parecía suficiente para romper el muro que él había construido a su alrededor, por ende, comenzaba a desesperarme. 

En fin, para la fiesta de cumpleaños de quince de Pilar, yo no podía ir sola. Les prometí a los hermanos Bustamante que tenía una pareja, así que el tal Marcos debería ir, cueste lo que cueste. 

Lo peor que me podría pasar esa noche, es ir sola, y que Pablo me refriegue a su novia como si se tratara de un trofeo. Él se vería perfecto, con su novia perfecta y su familia perfecta, mientras que yo sería la tonta niña campesina que se inventó un novio, y que para colmó eligió el nombre de alguien que ni siquiera es capaz de mirarla. 

Invertí meses de esfuerzo en Marcos, y no aceptaría un no como respuesta. Necesitaba lucirme frente a los Bustamante. 

Para mi suerte, mi prima invitó a Manuel, y a Hilda. Iríamos en un auto que la familia Dunoff contrató para que nos pase a buscar, desde el pueblo hasta la ciudad. Sería la primera vez que mi mejor amigo conozca la ciudad. 

Secretos de verano- PablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora