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(Ignoremos el pelo de la imagen, la IA a veces me falla)

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Terapia —17 años

Una vez que cada persona se fue de nuestra casa, luego de una gran noche, Mia, Pablo y yo quedamos a solas en el gran salón. 

—Esto es lo que más odio de los cumpleaños—se quejó Mia —Todos vienen, comen gratis, pasan una linda noche y luego se van, sin pagar y dejando un enorme desastre— tomó la escoba entre sus manos y comenzó a barrer —Ni siquiera se por donde empezar, toda la casa esta dada vuelta—

Pablo y yo nos miramos y reímos por verla así, ella nunca se queja. Esta es una de las primeras veces que ambos la vemos enojada.

—Vos fuiste la primera en querer hacer una fiesta en la casa a penas la conociste— aseguró Pablo, con una sonrisa —Es más, pediste un jardín grande para hacer fiestas grandes, lo recuerdo clarísimo—

—Bueno, me arrepiento— dijo, acompañado de un bostezo —Nunca más quiero hacer una fiesta, no vuelvan a cumplir años, por favor—

—Anda a dormir Mia, yo voy a encargarme de todo— pidió Pablo, tomándonos por sorpresa a ambas —Hablo en serio, no me molestaría ordenar, no estoy cansado... además, ustedes dos ya hicieron demasiado por hoy—

—Entonces voy a correr a mi habitación ¡Gracias Pablo!— chilló con alegría —¿Vamos, Marizza?—

—Creo que a mi tampoco me molestaría ordenar— le dije a Mia —Aprovecha a dormir, nosotros nos encargamos— sonreí

Ella subió las escaleras de inmediato, sin pensarlo mucho, dejándonos a solas. 

Una vez que Mia desapareció escaleras arriba, Pablo y yo nos quedamos en un incómodo silencio, solo se oía el leve crujido de la madera bajo nuestros pies. Me acerqué a recoger algunos platos y copas dispersos por el salón, mientras él comenzaba a ordenar las sillas.

—Gracias por quedarte a ayudar —dijo de repente, sin mirarme.

—No es nada —respondí, sintiéndome extrañamente nerviosa.

Nos movíamos en silencio, cada uno ocupado en su tarea, pero conscientes de la presencia del otro. 

—Parece que la fiesta fue un éxito —comenté, intentando romper el hielo.

—Sí, aunque no soy muy fanático de las fiestas —respondió Pablo, levantando la vista por un momento para mirarme —De todos modos, esta fue mi favorita hasta ahora—

—A mi tampoco me gustan mucho, en realidad—admití, lo que lo hizo sonreír brevemente.

Seguimos ordenando, y poco a poco el ambiente comenzó a relajarse. En un momento, nuestras manos se rozaron al tratar de alcanzar el mismo vaso. Sentí una corriente de electricidad que me sorprendió y retiré mi mano rápidamente, notando que él también lo había sentido.

Secretos de verano- PablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora