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La fuga— 18 años

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La fuga— 18 años

—Yo me opongo— dijo una voz masculina, resonando a lo lejos.

Se oyó fuerte y claro. Pero a la vez, no pude distinguir quien había sido. 

Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Los murmullos y susurros no tardaron en expandirse como un río desbordado entre los invitados, no lograba entender ni una sola palabra, ni un solo murmullo. Mi corazón se aceleró, no podía comprender lo que estaba sucediendo ¿Quién se atrevería a detener una boda como esta? ¿Quién estaría dispuesto a desafiar a alguien como Sergio Bustamante?

Ni siquiera nosotros mismos nos atrevíamos a desafiarlo, y eso que somos los únicos que salen perdiendo en este trato... entonces ¿quién podría querernos tanto como para interponerse?

Porque dudo que haya otra razón para oponerse a la boda, para desafiar a Sergio, tuvo que ser alguien que realmente nos quiera, y que no tema a lo que pueda pasar después. Sea quien sea, tenía todas las de perder, y aún así se arriesgó. 

Busqué con la mirada en la inmensidad del salón, ansiosa por ver quién había sido el responsable de aquella interrupción inesperada. Pronto me di cuenta de que todas las miradas iban hacia una misma dirección, como si hubiera una sola respuesta entre toda esa multitud. Mi respiración se detuvo por un segundo cuando me di cuenta de quién era.

No podía creerlo.

Estaba confundida, si, pero comenzó a invadirme un temor que pocas veces sentí con la misma intensidad que ahora. 

—¿Perdón? —preguntó el sacerdote, desconcertado, mirando de reojo a Sergio, que parecía a punto de estallar.

Sergio estaba más confundido que nosotros, se notaba enojado, furioso. Esto no estaba en sus planes, para nada.

—Dije, que yo me opongo —repitió la misma persona, esta vez con una fuerza arrolladora, avanzando con pasos firmes y decididos.

Entonces lo vi, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Era él. Mi papá, Martín Andrade, caminaba entre la gente. Por un momento, me quedé sin palabras. Lo único que podía hacer era mirar su figura acercándose, con los ojos llenos de determinación. Mi papá había llegado a rescatarme, él se había animado. Nunca había esperado verlo de esta manera.

Sentí miedo por él, sabía que Sergio Bustamante era capaz de todo, y mi padre no seria la excepción. Sergio haría lo que fuera para quitarlo del medio, para borrarlo del mapa. Mi padre estaba arriesgándose demasiado, tal vez él ni siquiera sabía todo lo que había en riesgo, incluso, su propia vida.

Martín se detuvo frente al altar, mirándonos a Pablo y a mí, luego a Sergio. Mi padre no tenía miedo, no vacilaba. 

—¿Qué crees que estás haciendo, Martín? —susurró Sergio, casi escupiendo las palabras, intentando mantener la compostura frente a los más de trescientos invitados.

Secretos de verano- PablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora