09

647 42 104
                                    

M A R A T O N

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

M A R A T O N

1/3

Malo — 16 años. 

Lo que creí que serían cuatro meses sin verlo, se convirtieron en un año y cuatro meses. 

Tal como la primera vez que me beso, Pablo desapareció por completo.

Sentía como mi corazón se partía en mil pedazos, y ni siquiera lograba comprender el porque. 

 El verano llegó, pero ninguno de su familia se hizo presente en el pueblo de San Esperanza, no me atreví a preguntarle a mi padre que es lo que había sucedido con esa extraña familia, no quería que él crea que me interesaban. 

O tal vez yo misma quería convencerme de que no me interesaba.

El tiempo sigue pasando y yo no logro comprender que es lo que Pablo buscaba esa noche, cuando me besó para luego quitarme lo más preciado en mi vida, lo único que me quedaba de mi madre. A veces, sueño con regresar a esa noche, a mi cumpleaños de quince y hacer todo de una manera distinta, jamás hubiera aceptado esa tregua para empezar. Me arrepiento, por supuesto. 

Nunca tuve que confiar en Pablo Bustamante, hizo exactamente lo mismo que la vez anterior, no podía esperar otra cosa de él, y aún así me sorprendió cuando me besó y luego huyó. 

Me prometí a mi misma no volver a confiar en un hombre. Ninguno vale la pena, solo mi papá.

Pasaron los días, y las estaciones. La familia Bustamante nunca regresó, ni tampoco se supo algo sobre ellos. Los rumores corrían, pero no habían certezas acerca de lo que sucedió con ese clan maquiavélico y repugnante.  

Aún así, cada día de mi vida tengo que ver la imagen de él. Papá enmarcó una fotografía de mi fiesta de quince, y la colocó en su habitación. Era la única foto que había de Pablo en esa noche, al parecer, él no apareció en ninguna otra. Estamos los dos, bailando, sonriendo, sin notar la cámara.

Cada vez que la veía, era como volver a ese momento. Aún podía escuchar la misma canción, la que el dijo que sería nuestra. Sentía su perfume, a pesar de que fuera imposible. Llegaba a mi la misma sensación, los mismos nervios. Por un segundo, se sentía bien, pero luego recordaba lo que me hizo, y todo el enojo se apoderaba de mí. 

Me quejé con mi padre por tomar esa foto, y aún más por imprimirla y enmarcarla en la pared, pero él se excusó diciendo que era la única foto que tenía de él, a quien considera ya como a un hijo. 

Para mí, esa foto era un recuerdo de lo ingenua que pude llegar a ser.

Aún así, no discutí con mi padre, lo dejé hacerlo. Lo único bueno —y cierto— que me dijo Pablo en la noche de mi fiesta de quince fue que trate de cuidar a mi padre, ya que estaba cada vez más grande. 

Secretos de verano- PablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora