Capítulo 87

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Alyssa


Culpa.

Eso es lo que he sentido este domingo por la mañana cuando me despedí de Tom en el aeropuerto antes de que él abordara su vuelo de regreso a Dallas. El día anterior lo pasamos juntos: comimos en el barrio de Dumbo, tomamos fotografías en el puente de Brooklyn, recorrimos algunos senderos del Brooklyn Bridge Park, incluso tuvimos la oportunidad de saludar a Will. Compartimos de todo un poco, de las cosas que arden, de lo viva que me ha hecho sentir mi vuelta a la música, lo motivada que estoy de cumplir mis sueños... También hablamos sobre lo sucedido con nuestro padre, y no pude soportar las lágrimas al tenerle allí, a mi lado. Sentí ese apoyo, el cariño, la unión que siempre hemos tenido. La fortaleza que me transmite, aunque... Tom no demostró la misma decepción. Tampoco la misma tristeza e incredulidad al respecto.

Y es que él no perdió lo mismo que yo.

Después de todo, su relación con nuestro padre ya estaba hecha añicos desde hace bastantes años, por lo que Tom ya ha atravesado y superado el duelo de esa ruptura; esta ocasión no lo iba a derrumbar. Al contrario de mí, Tom siempre llevó una herida en el mismo lugar que yo mantuve protegido, pues yo siempre confié en la franqueza de mi padre ante la incertidumbre, incluso ante aquella que siempre vivió bajo mi piel como un lastimero susurro durante cuatro años. Pero, a pesar de eso, de esas diferencias de sentimientos, Tom nunca hizo nada para que yo sintiera el mismo rechazo y desconfianza por nuestro padre. Jamás me orilló a ello, ni me hizo sentir culpable.

Por eso, cuando tuve que mentirle, lo hice con un infinito pesar en los hombros y un nudo en el estómago que aún no se ha desvanecido del todo. Y es que lo peor, fue darme cuenta de que la idea sobre la posibilidad de estar saliendo con Arthur, de quien apenas le hablé, no le desagradó en absoluto. Es obvio que él no tiene idea de cómo son las cosas, ni siquiera se lo imagina...

Vi la emoción en sus ojos.

Me repitió sobre sus ganas de verme feliz, experimentando la vida, sin esa reserva que mantuve durante años. Por supuesto, tres minutos fueron suficientes para que se percatara de lo que hay entre Arthur y yo, aunque yo insistí en lo contrario.

Al final, minutos antes de despedirnos, Tom sacó un sobre de su mochila y me lo entregó con una genuina sonrisa, a lo que rápido lo abrí y descubrí un boleto de avión con viaje redondo a Dallas. La pequeña sorpresa de la que me había hablado aquella vez por teléfono fue esa; sin embargo, no me alegré del todo por la cuestión de los secretos, de lo que aún no le he dicho y contiene el presagio de una ruptura, pero hice todo lo posible para demostrarle mi emoción, la que solo arropó un lado de mi corazón.

—Pensé que estarías con Arthur.

Es lo primero que dice Jessica cuando entra al departamento. Cerca de las ocho de la noche, sentada en la barra, ya tengo puesto el pijama mientras tomo a sorbos una taza de café. La observo dejar su bolsa en el perchero antes de entrar a la cocina para sacar el jugo de naranja de la nevera y servirse un poco.

—No, él no está en el edificio.

Le digo la verdad.

Arthur me llamó para avisarme que no volvería hasta después de las diez de la noche, pues fue a dar un largo paseo en su motocicleta por todo Manhattan. Eso fue todo, y lo entendí, no le pedí más explicaciones. Desde ayer en la mañana no hemos hablado como tal, pues al regresar del aeropuerto de este mismo domingo, he pasado a comer sola a un restaurante y, cuando llegué de vuelta, Arthur no estaba en su piso. En suma, tal vez debería estar preocupada, ansiosa, pero no lo estoy. Sé que, al igual que yo, él necesita sus propios espacios, sus propios desahogos...

Aquí dentro todo ardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora