Alyssa
Es domingo por la mañana.
Estoy en una cafetería italiana en el barrio de Tribeca, la que a veces acostumbro a frecuentar y en la que he pedido lo mismo de siempre: un capuchino caliente. Miro de nuevo la hora en la pantalla del celular y esbozo una mueca al comprobar que Jessica sigue sin aparecer. El sitio no está abarrotado, lo que es mejor. En general, hay un ambiente bastante relajado, las luces cálidas y las notas de la música clásica que suena en las bocinas repiquetean en cada rincón. Así transcurren los minutos, lentos y largos, hasta que comienzo a evocar el recuerdo de lo que huyo, o de quien huyo.
Todavía no consigo superar la desconocida sensación que ha irrumpido en mi interior desde el viernes por la noche. He pensado una y otra vez en las emociones que experimenté cuando la mirada de ese hombre me atravesó por primera vez, tan vivaz y, a la vez, llena de un sombrío caos; aquello, y la volátil actitud que tuvo después, cuando lo vi a la mañana siguiente...
Sacudo la cabeza.
No debería importarme.
No sé su nombre, y él tampoco sabe el mío. Ni siquiera... hemos cruzado demasiadas palabras, al menos no las suficientes como para estar envuelta en esta aguda confusión. Y es que no lo sé a ciencia cierta, pero, si soy sincera, algo ha cambiado en alguna parte de mis pupilas desde aquella melancólica noche.
No es normal, coherente, razonable...
No es nada de eso y, aun así, está respirando en mi interior.
El celular vibra sobre la superficie de la mesa.
Son notificaciones de mensajes.
Se trata de Tom.
Mira lo que ha pasado hoy.
Ha adjuntado una fotografía que muestra la defensa de su auto blanco, el Mazda que recién se compró en Dallas, pues se quedó sin medio de transporte cuando vendió su antigua camioneta todoterreno antes de marcharse de Nueva York.
La vecina de enfrente le ha pegado a mi auto al estacionarse y ha dicho que estoy loco, aunque lo estuve viendo todo por la ventana, ¡y aun así se hace la inocente! Sé que dije que iba a ignorarla, pero... demonios. Es muy molesta.
Leer a mi hermano me hace esbozar una sonrisa y olvidarme de mi pequeño conflicto emocional. La vecina de la que me ha estado hablando en los últimos días se llama Alice y vive enfrente de su apartamento en el mismo edificio; al parecer, se llevan mal, pero estoy comenzando a sospechar que hay algo más. Tom solo me habla sobre esa chica.
¿Seguro que solo es molesta y nada más?
Lo envío y dejo el celular.
Me cruzo de brazos, resignada.
Llevo poco más de veinte minutos aquí.
Entonces, justo cuando estoy por llamarle, Jessica aparece por fin. Lleva una chaqueta blanca de cuero, el cabello oscuro recogido en un moño y los ojos delineados en el párpado superior.
—Lo siento, no podía escaparme del desayuno familiar —se excusa a borbotones antes de colgar su bolsa en un brazo del perchero a nuestro costado, arrastrar una silla y tomar asiento—. Mi abuela y Marco me estuvieron reteniendo.
Prácticamente la he obligado a vernos para que me cuente todo lo sucedido con Will entre el viernes y el sábado, pues el día de ayer no tuvimos la oportunidad de hablar. Él estaba en su departamento cuando me entregó mi cartera y, por la noche, cuando le marqué para vernos, aún seguía allí con ella. Aunque, por otro lado, también quiero saber si es que Jessica sabe algo sobre... el hombre que ha perturbado, por puro azar, mi tranquilidad.
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Aquí dentro todo arde
RomansaArthur, un pianista de veintisiete años con un trágico pasado y una gran desesperanza en su alma, ayudará a la universitaria Alyssa a recuperar las riendas de sus sueños. * * * En él, todo está en cenizas. En ella, el fuego se ha extraviado. Lue...