Alyssa
Contesto los mensajes de Sophia mientras camino con deliberada lentitud por los elegantes corredores de la escuela de música. Por suerte, consiguió encontrar la gabardina que había dado por perdida, así que la mantendrá en su resguardo hasta que pueda ir por ella y recuperarla. Luego, cuando guardo el celular y alzo la atención a mi alrededor, los pasillos se reducen y, segundo a segundo, me asfixian un poco más.
Paso a paso, todo se intensifica.
Y es que una parte mía aún quiere inventar una excusa tonta para renunciar a las tutorías de piano con Arthur y salir huyendo de la vulnerabilidad a la que fui sometida el anterior sábado. No puedo olvidarme de aquel instante.
Lo que sus ojos susurraron en silencio.
Es como un bucle en mi mente.
Durante toda la mañana en la universidad, no he podido concentrarme lo suficiente en cada clase, por lo que he tenido que esforzarme para que Jessica no se percatara, pues el tema de Arthur no lo hemos vuelto a tocar por mi propia voluntad. Después, a la salida, decidí ir a caminar por los senderos del Central Park para debatirme conmigo misma, sobre... la idea de abandonar este rumbo que se vislumbra caótico.
Intenté convencerme.
Sin embargo, mientras recorría el pulmón más grande de Nueva York, me di cuenta de que cada parte de mí (incluso la más vulnerable), en el fondo, rechaza la idea de alejarme de Arthur. Y que, por otro lado, son los miedos a las posibilidades y a vivir sin corazas lo que me ha impedido cuestionarle de forma directa y precisa sobre lo que él siente. Que, en realidad, no he tomado ninguna acción para esclarecer las dudas porque sigo sujetándome al arnés para evitar los riesgos. En su lugar, lo he dejado estar, sintiéndolo real, pero sin abrazarlo y sin soltarlo; aunque, en cuanto a Arthur, él tampoco ha tirado del hilo hacia ninguna dirección. Y no estoy segura si es que se resiste por alguna razón o, tal vez, mi propio corazón se ha equivocado.
Al final, demasiado atareada, decidí no demorar más el tiempo y conduje hacia Tribeca con la melodiosa voz de Lana del Rey sonando en las bocinas del auto. Durante todo el trayecto traté de acallar mi mente, pero no pude lograrlo del todo; aún menos con Happiness is a butterfly, canción que puse a propósito como para atizar mis propios adentros. Cada línea me estremeció y se me clavó en el pecho con la intensidad de una lágrima. Sé que estoy en una especie de cuerda floja.
El peso tendrá que caer en algún lado.
Aunque yo me aferro al centro.
—¿Alyssa?
Doy un ligero respingo al escuchar mi nombre.
Me detengo a mitad del corredor principal del segundo piso y me percato de la presencia de Will, quien venía caminando desde el otro extremo. Está vestido de manera elegante, con saco y corbata; sus risos castaños lucen enroscados detrás de sus orejas y se apelmazan en sus hombros. Su piel morena brilla bajo la luz blanca al igual que sus ojos marrones que parecen analizarme con cierta cautela.
—Will, qué tal —saludo.
Me da un casto beso en la mejilla.
—Vas a la tutoría con Arthur, ¿no?
—Sí, ya voy un poco tarde.
—Bien, no te quito el tiempo, pero... —comienza a decir antes de hacer una pequeña pausa y debatirse un poco mientras mueve una mano en el aire—. ¿Contigo está todo bien, Aly? Es decir, ¿no tienes ningún problema?
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Aquí dentro todo arde
RomanceArthur, un pianista de veintisiete años con un trágico pasado y una gran desesperanza en su alma, ayudará a la universitaria Alyssa a recuperar las riendas de sus sueños. * * * En él, todo está en cenizas. En ella, el fuego se ha extraviado. Lue...