Septón Eustace

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A los pocos años de nacer, Visenya comenzó a ser instruida por la septa Elara proveniente de Desembarco del Rey, considerada la mejor de los siete reinos, apta para tratar con todo tipo de pupilos, incluso con los de carácter tempestuoso. Elara supo al ver a Visenya por primera vez, que la niña entraría en esa última categoría; pudo ver el desafío en su mirada altiva y en la manera distante en que la saludó. Sin duda, la joven hubiera preferido hacer cualquier otra actividad en vez de obedecer las órdenes de su madre, pero había decidido morderse la lengua con tal de no soltar mil maldiciones a los dioses y ocasionar drama.

Años más tarde, sus lecciones de etiqueta y normas sociales continuaban, pero su septa había añadido al estudio las lecciones de moralidad, historia y literatura. Después de todo, una señorita noble debía manejarse bien en cada una de esas áreas para ser digna de respeto y estima. Siendo Visenya una joven de 19 años, se encontraba a tiempo de encontrar un marido, asunto que la enfermaba del estómago al punto de casi provocarle el vómito.

No es que no sintiera atracción hacia hombres que hubiera visto aquí y allá, el problema radicaba en que no se sentía lista para ese gran paso. Con el matrimonio venían los hijos, y luego de eso ya no sería libre para hacer lo que quisiera. Le gustaba acompañar a su hermano Lucerys a Marcaderiva; un día él heredaría esas tierras como sucesor de la casa Velaryon a la que pertenecía por derecho de nacimiento. Cada uno a lomo de su dragón, descendían lejos de la bahía para luego acercarse caminando a la multitud de marineros para saludar. Mientras Lucerys se dedicaba a aprender más del comercio marítimo y de las mercancías, Visenya prefería contemplar desde la azotea de la torre de vigilancia el funcionamiento del lugar. Cuando eso pasaba, todos corrían a sus puestos y trabajaban con mayor ahínco, para que así la princesa no los expusiera frente a todos por su holgazanería.

Allí arriba, la joven aprovechaba para observar con total libertad a los sudorosos y atractivos muchachos que trabajaban para la Serpiente Marina. Podía imaginarse cómo sería ser otra persona, como sería el compartir con otros hombres que no fueran sus aburridos hermanos. Visenya quería sentir adrenalina, pasión, peligro, lujuria, y toda esa gama de sensaciones que parecían incorrectas para ella y su imagen.

Era un castigo de los dioses el haber nacido mujer en esa era, de ello no cabía duda. Veía siempre a Viserys y a Aegon, sus hermanos, hablándole con coquetería a mujeres de otras casas con las que coincidían en banquetes, y a nadie le parecía mal. Era obvio que sus hermanos mayores habían experimentado más de lo que ella había hecho nunca. Por otro lado, Jacaerys y Lucerys, ya estaban comprometidos con sus medias hermanas Baela y Rhaena, respectivamente.

Notaba ahora la soledad más que nunca, como la última hija nacida del matrimonio de sus padres, y sentía un sabor amargo en la boca por su falta de conocimiento del mundo. No conocía muchos lugares; es más, jamás había visitado la Fortaleza Roja dónde vivía su abuelo, y no por su falta de insistencia.

Pasaba sus días leyendo, bordando y dando paseos por la costa. Al menos, eso era lo que los que muchos creían de ella.

Su corazón le decía que algo tenía que cambiar. Un acto de rebeldía podría salvarla de su destino, o quizá sepultarla incluso más. 

Al final del día, la valentía decide batallas; la estupidez, destinos.

Golden Alliances (Aegon II Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora