Revelaciones

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De vuelta en la cocina agradecí en silencio que nadie me preguntara a dónde había ido. Evitaba dar explicaciones innecesarias, no me gustaba la gente entrometida. Por la noche, me encontré en un estado de confusión emocional, debatiéndome entre la felicidad por los avances con Aegon y la preocupación por la posible amenaza que representaba su familia.

Al día siguiente, me sorprendió ver al mismo guardia que me había informado del paseo el día anterior caminando hacia mí. El muchacho me pidió que lo acompañara porque tenía algo que mostrarme. Curiosa, dejé lo que estaba haciendo y lo seguí escaleras arriba. No tenía idea de qué podría querer mostrarme, pero la intriga superaba cualquier reserva que pudiera tener.

Llegamos al ala de la fortaleza donde se alojaban los invitados y el guardia abrió la puerta para que entrara. La habitación era espaciosa y elegante, con paredes de un suave tono marfil que complementaban los muebles de madera oscura. Una cama grande ocupaba el centro, adornada con sábanas blancas y cojines dorados. Muebles antiguos, como una cómoda de caoba y una mesa de estudio cubierta de libros encuadernados en cuero, añadían un toque de historia y sofisticación. Dos grandes ventanales ofrecían vistas hermosas a la ciudad, inundando el espacio con luz natural y creando un ambiente acogedor.

— El rey ha preparado esta habitación para usted —anunció.

— ¿Para mí? —pregunté confundida.

—Sí, para que desde ahora este sea su aposento. Me pidió que se lo mostrara para que pueda traer sus pertenencias y acomodarse.

—Oh —dije procesando la información— ¿Podría agradecerle directamente al rey?

— El rey está ocupado en estos momentos —informó el guardia— Si necesita algo más para su habitación, no dude en hacérmelo saber —hizo un amago de irse pero se detuvo— Por cierto, me ha pedido que le dijera que no es necesario que le lleve hoy el desayuno. 

Aún estaba en shock cuando el guardia salió del cuarto. Aparentemente Aegon si había estado pensando en mí y el que tomara esta decisión quería decir que no se había acobardado por lo de ayer. Por un momento me había preguntado si me estaría evitando pero este era un gesto esperanzador.

Salí de la habitación y caminé por los elegantes pasillos hacia las escaleras más cercanas que llevaban al corredor de los dormitorios compartidos del servicio.

Mientras pasaba frente a una puerta entreabierta, escuché voces familiares: era Aegon conversando con una mujer. Decidí quedarme allí, aprovechando la soledad del lugar y la ausencia de guardias. Me incliné ligeramente para espiar y logré vislumbrar a Alicent Hightower caminando de un lado a otro dentro de la habitación.

— ¿Qué tiene de especial esa criada? —dijo alterada, hablando de mí. 

— Nunca había conocido a alguien como ella —murmuró Aegon, defendiéndome— Es buena y honesta.

— Tienes que dejar de hacer todo esto —expresó Alicent con frustración— Eres el rey, debes dar una buena imagen.

— No puedes darme órdenes —dijo firme.

— Soy tu madre —espetó con voz autoritaria.

— Soy un hombre adulto.

— Aemond me dijo que no le daba un buen presentimiento esa chica —añadió, intensificando el ambiente.

— Eso lo dice para fastidiar, no le caigo muy bien —agregó, quitándole importancia al comentario de su hermano.

— No la conoces, Aegon —dijo exasperada por la ingenuidad de su hijo— Una cosa es que tengas un desliz con una criada y otra distinta que le des más importancia de la que merece. 

Golden Alliances (Aegon II Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora