Encuentros

185 18 0
                                    

Los amables hombres a bordo me ofrecieron alcohol y emparedados de sardinas fritas, pero preferí contentarme con solo el pan.

Midas, con voz tranquila pero segura, me aseguró que llegaríamos a Desembarco del Rey antes del alba, donde Lanna nos esperaría en su hogar. Confiaba en mi amiga lo suficiente como para creer que no había revelado más información de la necesaria a su novio.

—Es un honor tenerla con nosotros, princesa Visenya —me dijo un joven pescador, de cabello rubio y nariz aguileña.

—El honor es todo mío —respondí con cordialidad— Su servicialidad y caballerosidad es valorada por la corona.

—Nosotros apoyamos a la única y verdadera reina —rugió uno, levantando su vaso.

—¡Si! —gritaron varios al unísono— ¡Por la reina Rhaenyra Targaryen!

Esperé a que cesaran sus gritos y celebraciones antes de continuar. Me puse de pie y caminé con confianza hacia el centro del cuarto, y poco a poco las voces se fueron apagando.

—Quisiera comenzar agradeciéndoles nuevamente por su ayuda y cálida bienvenida —comencé— Me reconforta saber que aún hay personas honestas y leales en Desembarco del Rey.

Miré a los hombres, sus rostros rojizos y felices lucían atentos.

—Les pido, mis valientes amigos, que no revelen a nadie la presencia de su princesa en la ciudad —continué con seriedad— No solo por el riesgo que conlleva para ustedes y su flota, sino también por el deber de lealtad hacia la legítima reina.

—Tiene mi silencio —declaró uno de ellos.

—El mío también —añadió otro.

—Ellos son de confianza, princesa —aseguró Midas— Son como mis hermanos, ya les advertí que no deben decir nada.

—Me alegra escuchar la confianza que su capitán deposita en ustedes —sonreí— No hay nada mejor que la hermandad. Cuando mi madre ocupe el trono, necesitará de cada uno de ustedes para mantener la estabilidad del Reino. Y me aseguraré de que reciban el mejor trato mientras sirvan con fidelidad junto a sus familias.

Los hombres asintieron con aprobación, agradecidos por mi consideración, dedicándome halagos y bebiendo cerveza.

—Tiene un don con las palabras —reconoció Midas en voz baja, a lo que solo sonreí con satisfacción.

Dormí en intervalos el resto del viaje. Mi mente jugaba conmigo y me convencía de que iba hacia una muerte segura.
Rompería el corazón de todos en casa con mi nota, especialmente el de mi madre, que había confiado ciegamente en que la obedecería.

Ya no había tiempo para arrepentimientos, seguiría mi propio camino y utilizaría todos mis recursos.
Aún estaba oscuro cuando me avisaron que estábamos llegando.

Reuní mis pertenencias mientras el barco se aproximaba a la bahía sin contratiempos. Cada uno de los hombres tomó su rumbo al desembarcar, excepto Midas y yo, que nos dirigimos juntos hacia la casa de Lanna.

Mi amiga había heredado la casa de sus padres, quienes habían fallecido años atrás debido a una enfermedad, cuando ella y su hermana Lilibeth eran aún unas niñas.

Lanna había madurado rápidamente; su carácter y carisma le aseguraban nuevas amistades allá donde fuera. Admiraba su habilidad para manejarse en las calles e interactuar con los demás.

Aunque yo también era sociable, había crecido en un entorno diferente donde las interacciones eran más rígidas y formales.

Llegamos a su hogar, donde nos recibió con un fuego encendido que caldeaba la estancia. Me quité la capucha y el abrigo para librarme de la humedad del viaje. Lanna me abrazó con emoción y besó a su novio, agradeciéndole por traerme sana y salva.
Nos sentamos alrededor de la mesa y bebimos té caliente para reconfortarnos y compartir nuestras experiencias del viaje.

Golden Alliances (Aegon II Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora