La nueva

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Entré en el imponente lugar con un nudo de emociones mezcladas que hacían palpitar mi corazón con fuerza. Había soñado con este momento desde que era una niña.

Con cierto nerviosismo, logré encontrar el camino hacia la cocina, donde fui recibida con calidez por las otras criadas. Presentándome como Eloise Rivers, comenzaba mi nueva vida entre susurros y gestos amistosos.

Beatrice me guió hábilmente por los recovecos de la fortaleza, ayudándome a familiarizarme con el entorno. Cada rincón parecía estar impregnado de historias del pasado, recordándome la grandeza y las intrigas que habían marcado este lugar a lo largo de los años.

Finalmente, llegamos a la zona de la torre donde residía la realeza, un lugar que intenté grabar meticulosamente en mi memoria. Después, me mostró la modesta alcoba que compartiría con otras chicas y me instruyó sobre mis deberes, horarios y responsabilidades.

Ayudaría en la cocina, principalmente en la elaboración de platillos para los nobles. Los horarios eran estrictos: desayuno a las nueve de la mañana, almuerzo al mediodía y cena a las seis de la tarde.

Cuando se acercaba la hora de la cena, con el deseo de mostrar mi buena disposición, pregunté en qué podía ayudar.

—Acompáñame con el vino —dijo Marianne, una de las criadas de más edad, que imponía respeto. Tomé la jarra de bronce que contenía el vino y la seguí escaleras arriba.

El fuego ardía suavemente en el salón de banquetes, iluminando una larga mesa rodeada de varias sillas. Las criadas colocaban sobre ella una variedad de alimentos: carnes, pudín, papas gratinadas, diferentes salsas y gelatinas con frutas.

—¿Crees que podría entrar a ayudar a servir la cena? —pregunté.

—No, tendrás que practicar un poco más antes de servir las comidas de la familia real, no queremos que los bañes en estofado —dijo la mujer, con aire divertido.

—Pero... —dije con intención de alegar.

—Debes aprender a obedecer órdenes, Eloise —me interrumpió, reprendiéndome con suavidad pero firmeza.
Me llevó hacia la salida antes de que pudiera objetar nuevamente.

Mientras las criadas se formaban en fila para recibir a los miembros de la realeza, Bea me instruía en susurros.

—Cuando aparezcan, baja la cabeza —me susurró Bea, a lo que asentí.

Vi a una mujer hermosa de cabello rojizo y ondulado venir por el pasillo, con gesto disgustado. Bajé inmediatamente la cabeza, tal como me habían ordenado. La mujer, que asumía era Alicent Hightower, entró al comedor sin siquiera dirigirnos una mirada.

Escuché más pasos y murmullos a mi alrededor. De reojo, distinguí a dos jóvenes de cabello platino similar al mío, pero uno en particular atrajo mi atención.

Era él, Aegon, el usurpador. Vestía completamente de negro, con la corona de rubíes adornando su frente. Sostenía una copa de vino en una mano mientras con la otra explicaba algo a su hermano, conocido como el tuerto.

Era la primera vez que los veía en persona y mi corazón latía con rapidez por la adrenalina. Más atrás, los seguía un guardia, manteniendo una distancia prudente.

Más tarde, llegaron otros miembros de la familia, que también ingresaron con apuro. Solté el aire que había contenido en mis pulmones para mantener la calma.

Tenía que encontrar la manera de acercarme a Aegon cuando estuviera solo.
Quienes realmente gobernaban eran Alicent y Otto Hightower, aunque Aemond, según se decía, ayudaba en la búsqueda de estrategias. Debía quitarlos a todos ellos del camino para manipular a su querido rey a mi antojo.

Golden Alliances (Aegon II Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora