Bea me condujo hasta la fortaleza, con mi brazo sobre su hombro, ya que apenas tenía fuerzas para mantenerme en pie. Marianne abrió la puerta del servicio y nos instó a entrar.
—¿Qué hacían las dos afuera? ¿No habrán ido a ver la ejecución, o sí? —dijo con el ceño fruncido, preocupada. Me costó procesar lo que había dicho; mi mente estaba en otro lugar, tambaleándose entre el horror que acababa de presenciar y el profundo vacío que sentía.
Nuestras ropas empapadas dejaron charcos en el suelo de cerámica. Marianne nos entregó mantas para que nos cubriéramos, envolviéndonos en un intento de consuelo. No podía dejar de temblar y mis dientes castañeaban, aunque no era por el frío; mis nervios estaban agarrotados.
—Fuimos —respondió Bea, con la voz apagada.
—No debieron haber ido —recriminó Marianne, con tono maternal—. Ver esas cosas no le hace bien a nadie.
—Ya está hecho. No sirve de nada que nos regañes —replicó Bea, bajando la cabeza.
Marianne me observó con tristeza y un atisbo de preocupación en su rostro.
—Parece que te ha afectado mucho —dijo—. Te prepararé algo para que entres en calor.
—Me tengo que ir —murmuré, entumecida, dejando la manta sobre la mesa.
—¿Ir dónde? ¿Ahora? —preguntó Marianne, con el ceño fruncido en señal de desaprobación.
—Sí.
—No puedes salir con esta tormenta —negó Marianne—; podrías enfermarte.
Bea se acercó a mí, apartando a Marianne con un gesto silencioso.
—¿Volverás? —preguntó en voz baja.
—No lo sé —confesé—. Iré a recoger mis cosas. Gracias por todo, Bea. No estaría viva sin ti.
—Haz lo que tengas que hacer, pero mantente a salvo —asentí suavemente.
—Gracias, Marianne —dije a la mayor de nosotras, que me miraba a la distancia.
Con un sentimiento de desolación, me dirigí a mi habitación, dejándolas a ambas allí. Tenía que irme antes de que Aegon regresara. Me cambié la ropa mojada por algo seco, empaqué mis pertenencias con prisa, y aún no terminaba cuando Aegon entró en la habitación, visiblemente agitado y aún empapado. Sus mejillas estaban enrojecidas por el esfuerzo de correr.
—Te estuve buscando. No supe dónde te habías ido —dijo, respirando con dificultad— ¿Estás bien?
—Sí. Estoy bien —respondí, permaneciendo en el centro de la habitación.
—¿Qué estás haciendo? —su mirada se posó en el bolso sobre la cama, y vi su desconcierto.
—¿Qué crees que estoy haciendo? —dije, volviendo al armario a sacar mi ropa, dejando de lado los vestidos que me había regalado.
—¿A dónde vas? —preguntó, confundido.
—Lejos —respondí, metiendo a la fuerza las cosas en el bolso.
—Lamento que hayas visto eso —dijo, buscando mi mirada—. Nadie se lo esperaba.
—¿En serio no te lo esperabas? —espeté con rabia, alejándome.
—Eloise...
—Tu problema está resuelto —me reí sin gracia—. Ahora no tienes que pensar que hacer con Lord Corlys porque está muerto.
—Esto no estaba planeado —declaró, llevándose los dedos al puente de la nariz.
—¡Siempre dices lo mismo! «No, no estaba planeado» «Aemond lo hizo». Por una vez asume tu responsabilidad —dije, frustrada—. Nada de esto habría pasado si le pusieras límites a tu familia.
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Golden Alliances (Aegon II Targaryen)
FanficVisenya juró destruir al usurpador por quitarle el trono a su madre, pero ¿qué pasa cuando el odio inicial se convierte en algo más profundo e inesperado? 𝘕𝘢𝘳𝘳𝘢𝘵𝘪𝘷𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘢𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘤𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘯 𝘦𝘭 𝘚𝘦𝘱𝘵𝘰𝘯 𝘌�...