Amenazas

162 19 0
                                    

Salí de la fortaleza temprano, cuando apenas comenzaba a amanecer. Sabía que debía volver en unas horas, así que tenía que aprovechar al máximo mi tiempo fuera.

Con el bolso de cuero cargado de ropa sucia, caminé por las calles de Desembarco del Rey con la frescura del amanecer envolviéndome. La ciudad comenzaba a cobrar vida: los vendedores montaban sus puestos, el olor tentador a pan recién horneado se colaba por todas partes, y el bullicio de los primeros transeúntes llenaba las calles empedradas.

Lanna abrió la puerta después de mi segundo golpe, bostezando y sosteniendo una taza de café con ambas manos. Sus ojos se abrieron de par en par al verme en su puerta, sorprendida pero sonriendo de oreja a oreja.

Me invitó a pasar de inmediato, moviéndose para darme espacio en la entrada de su hogar.
Dejamos mi ropa remojando en agua caliente para lavarla más tarde y nos sentamos a conversar entre sorbos de café y risas ocasionales.

—Cuéntame todo —pidió con expectación.

—Obtuve información valiosa —respondí con una sonrisa satisfecha, destacando lo más relevante que había pasado y lo único que me importaba.

Le relaté cómo me acerqué a Aegon llevándole el desayuno y aparentando ser una chica dulce y dispuesta a escucharlo. No mencioné la tensión entre nosotros ni el beso de la noche anterior, porque me avergonzaba recordarlo.

Anoche, bajo la influencia del alcohol y mi manipulación experta, Aegon había bajado sus defensas, confiando en mí. Lo mejor era que este tema podría haberse filtrado por cualquiera de sus aliados o soldados de la guardia real.

Minutos después estábamos sentadas en la mesa con papel, tintero y pluma, listas para redactar un mensaje.

Decidimos que ella lo escribiría porque podrían reconocer mi escritura fácilmente y no podíamos tomar ese riesgo. La carta decía lo siguiente:

A la legítima reina Rhaenyra Targaryen,

Envío información que podría ser de su interés.
En uno o dos días el ejército real de los verdes intentará capturar Harrenhal junto al príncipe Daeron Targaryen en su dragón, por órdenes del usurpador.
No exijo retribución monetaria, solo quiero justicia.

Atentamente,

Un ciudadano de Desembarco del Rey.

Escribió dos copias en papiros distintos; una sería enviada a Rocadragón y otra similar a los Blackwood, aliados de mi madre en la Tierra de los Ríos, dado que Harrenhal estaba cerca de su territorio. Era una precaución para asegurarnos de que al menos una de las aves entregara el mensaje.

Liberamos a los dos cuervos de su jaula, atando los mensajes a sus patas con cuidado. Les dimos algunas semillas y frutas antes de liberarlos por la puerta trasera de la casa de Lanna, que daba a un pasaje poco transitado a esta hora de la mañana.

Observamos cómo emprendían el vuelo, agitando sus alas y soltando graznidos. Entramos nuevamente cuando se perdieron de vista y el trabajo estaba hecho.

Terminé de lavar la ropa y la estiré en un tendedero interior que se encontraba cerca del fuego de la chimenea, así se secaría rápido. Le conté de mis experiencias en la cocina, como había aprendido mucho en unos cuantos días, de los lugares que había visto dentro, de la primera vez que vi a los Hightower, entre otras cosas.

Lanna me habló de dramas y chismes de su trabajo que me mantuvieron entretenida y de como su relación con Midas iba progresando cada vez más. Nos reímos juntas como si no hubiera mañana.

Golden Alliances (Aegon II Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora