Juegos peligrosos

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—Eloise... —dijo al ver mis lágrimas— ¿Qué ocurre?

—Nada, he estado un poco sensible este último tiempo —respondí, tratando de recomponerme— No conocí a tu hermano, pero lamento profundamente todas las muertes que ha causado la guerra.

—Son pérdidas de las que nunca nos recuperaremos —dijo con semblante triste— Daeron era solo un niño.

—¿Cuándo terminará todo esto? ¿Viviremos para contarlo? ¿Cuándo se saciará la sed de venganza? —pregunté, sintiéndome vacía. Ninguna de esas preguntas tenía respuesta.

—No lo sé, pero espero que vivamos —dijo, pasando su brazo por mis hombros y besando mi frente.

Apoyé la cabeza contra su pecho, dejando descansar una mano sobre su corazón. Sentía el ritmo constante de su pulso, una pequeña y tranquila constante en medio del caos.

—Me dijiste que nunca quisiste gobernar. ¿Por qué luchas por algo que no deseas? 

—Desde que nací, mi madre y mi abuelo me repitieron que yo sería rey, solo por ser hombre, a pesar de haber nacido después que Rhaenyra. Viserys la quería más a ella que a mí y nunca cambió la sucesión; pero, ¿quién escucharía a un anciano de voz débil? —dijo con honestidad— No importaba lo que dijera, porque un grupo de hombres trabajó durante años para colocarme en el poder.

—¿Por qué no te rebelas? —cuestioné. 

—No es tan fácil, ¿crees que si yo desaparezco del mapa Rhaenyra conseguirá el trono? Soy reemplazable —lanzó una carcajada sin gracia— Si no soy yo, será otro.

—¿Eres feliz siendo rey?

—Eso no importa.

—Si importa. No dejes que otros decidan por ti, es tu vida —dije mirando sus ojos vidriosos por las emociones.

—Esta es la única vida que conozco —respondió, sonando resignado.

—Te han manipulado todo este tiempo y lo sabes. Deberías ser capaz de tomar tus propias decisiones —dije con un tono más firme de lo que pretendía.

—Creí que habías dicho que soy inteligente —dijo haciendo una mueca con ligera diversión, aunque la tristeza opacaba su mirada.

—Y lo eres, pero hay personas que se aprovechan de tu amabilidad e indecisión —dije suavizando la voz al notar su incomodidad.

Aegon bajó la vista, molesto. Presentía que estaba más molesto consigo mismo que conmigo por decirle la verdad.

—Demuéstrales que se equivocan sobre ti, que ves a través de su falsedad, que eres capaz de gobernar —insistí.

—Te necesito a mi lado —besó mi mano con un gesto de gratitud— Ahora lo sé.

—Sabes que estoy aquí para ti —respondí, con una sonrisa que no me llegó a los ojos.

Aegon me miró con aprecio y se levantó para llamar al servicio para pedir que me trajeran té. Sentía una mezcla abrumadora de emociones; ganas de llorar, de gritar, y de romper todo lo que veía a mi alrededor. La culpa me envolvía como un manto pesado. Si alguien importante para mí moría hoy, me sería imposible perdonarme jamás.

Mientras bebía de la taza, noté cómo mis nervios se calmaban poco a poco, pero mis músculos seguían adoloridos por la tensión. Mis emociones estaban en un torbellino constante y luchaba por mantenerme firme. Aegon, con su tono preocupado, sugirió que me fuera a dormir porque me veía cansada, y acepté su consejo con una leve sonrisa, aunque mi mente seguía inquieta.

Era la segunda noche consecutiva en que no podía dormir bien. Mi mente no dejaba de buscar una solución a lo que había pasado, y aunque me sentía abrumada, una opción arriesgada empezaba a tomar forma en mi mente. Sabía que estaba jugando con fuego, pero la urgencia del momento no me dejaba otra alternativa. No podía permitir que la desesperación me paralizara; tenía que actuar, incluso si eso significaba enfrentar riesgos que podían costarme la vida.

Golden Alliances (Aegon II Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora