Aegon me ofreció dormir en su cuarto, pero no confiaba lo suficiente en mi autocontrol ni en nuestra capacidad para mantener las manos tranquilas, así que agradecí su oferta y le dije que estaría bien por mi cuenta. Ver esa rata muerta anoche me dejó una sensación incómoda, no de miedo, sino de inseguridad.
Me levanté de la cama, me aseé y me vestí para comenzar el día. Ordené un poco la habitación y reescribí el mensaje para Lanna, que pasé a Jacob en una breve escapada. Aegon me había asegurado que se encargaría de informar a Marianne sobre mi ausencia esa mañana.
Unos golpes en la puerta me hicieron saltar, pero luego me tranquilicé al recordar que era poco probable que fuera la misma persona que había dejado la rata. Di permiso para que entraran y la puerta se abrió. Un hombre rechoncho, con bigote puntiagudo, ropas finas, sombrero y un porte elegante, entró en la habitación sosteniendo una caja grande pero ligera.
—Señorita Eloise Rivers —dijo con un acento que no supe identificar—, el rey me ha enviado a traerle este obsequio.
—Y te he traído desayuno —señaló una voz familiar desde detrás de él. Era Bea, quien apareció con una media sonrisa y una bandeja.
—Muchas gracias, a ambos —dije, algo sorprendida.
El hombre, que parecía ser un modista, dejó la caja sobre mi cama y se despidió cortésmente antes de retirarse. Cerré la puerta y me senté con Bea a conversar mientras comía. Me comentó que el Rey les había solicitado que me trajeran la comida, un gesto que aprecié enormemente. Le conté sobre el incidente de la noche anterior y su expresión preocupada me enterneció, aunque insistí en que no me sentía asustada.
Antes de que Bea se marchara, le pedí que volviera por la noche para que pudiéramos pasar un rato juntas, a lo que accedió con gusto.
Finalmente, me volví hacia la caja blanca con un lazo verde esmeralda que la adornaba. Al abrirla, encontré una nota.
"Anoche pensando en ti conseguí este vestido. Espero que te agrade (úsalo hoy), Aegon".
No pude evitar sonreír como una tonta al leer su nota.
Desenvolví el paquete y encontré el vestido más perfecto que hubiera visto nunca. Era de un color idéntico al del atardecer que habíamos compartido ayer. Con mangas largas y ajustadas, un escote clásico y modesto, pero con detalles metálicos en la cintura que simulaban cadenas entrelazadas. La tela era tan suave que parecía deslumbrar a la luz.
Me desnudé para probarme la prenda elegante. El vestido se ajustaba a mi figura como un guante, y al mirarme en el espejo de cuerpo completo, una sensación agradable me recorrió de pies a cabeza. Me pregunté cómo había conseguido ese vestido y cómo había sabido mis medidas.
En ese momento, Aegon entró en mi dormitorio. Llevaba un atuendo negro, con dragones bordados en su chaqueta verde de terciopelo y un cinturón del color del ónix sobre esta. Se recargó contra la puerta, una vez cerrada, y me contempló con una mirada lenta y evaluadora, como un león observando a su presa.
—Luces como una princesa —dijo con admiración.
Sus palabras me provocaron un ataque de tos inesperado, y me reí con nerviosismo.
—Es perfecto. Me encanta —manifesté, caminando hacia él—. Gracias.
Sonreí y le di un beso casto en los labios, haciendo que sus mejillas se tiñeran de un leve rubor.
—¿Estás lista? —preguntó, con expectativa.
—Sí —respondí, sonriente.
Me condujo hacia las escaleras, su mano descansando en la parte baja de mi espalda, guiándome con un toque suave pero seguro. Me abrió la puerta de la sala, invitándome a pasar.
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Golden Alliances (Aegon II Targaryen)
Hayran KurguVisenya juró destruir al usurpador por quitarle el trono a su madre, pero ¿qué pasa cuando el odio inicial se convierte en algo más profundo e inesperado? 𝘕𝘢𝘳𝘳𝘢𝘵𝘪𝘷𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘢𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘤𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘯 𝘦𝘭 𝘚𝘦𝘱𝘵𝘰𝘯 𝘌�...