El Mensaje de la Rata

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El drama se extendía con rapidez por la fortaleza, y los rumores se propagaban como fuego en pradera seca. Los lacayos y sirvientes se convertían en mensajeros de las últimas noticias, transformando cada susurro en el principal tema de conversación. Aunque intentaba hacer oídos sordos, no podía evitar escuchar los murmullos: «¿Te enteraste de lo que le pasó a Lord Jasper?» «No, cuéntame», y así era como todos se enteraban de los eventos de ayer por la mañana.

Rhaenys había sido enviada a proteger Reposo del Grajo. Su vida había estado en peligro, pero se retiró antes de que Vhagar pudiera acabar con Meleys, su preciado dragón. Gracias a mi mensaje, Harrenhal había vuelto a estar bajo nuestro control, y me complació saber lo enfurecido que estaba Aemond. Además, Aegon había sido visto discutiendo acaloradamente con su hermano, reprochándole no haber acabado con la reina que nunca fue, dejándola escapar.

El ambiente era tenso y oscuro dentro de estas paredes. Estuve sumida en mis tareas de cada día por horas, pero cuando fue más tarde, con la excusa de que me sentía un poco débil aún por la enfermedad que había fingido tener, pedí autorización para poder descansar después de haber preparado la cena.

Ya en mi habitación, decidí abrir el cuadernillo que había traído desde casa y comenzar a redactar un mensaje para Lanna. Mi pluma danzaba sobre el papel mientras explicaba que lamentaba profundamente no haber podido salir de la fortaleza para verla. Había mucho de lo que hablar, y no quería excluirla de lo que habíamos comenzado juntas. Se lo entregaría a Jacob para que se lo hiciera llegar.

La puerta se entreabrió lentamente y Aegon asomó la cabeza.

—¿Puedo entrar? —dijo con un tono algo inseguro. Debía ser la primera vez que solicitaba permiso para entrar en una habitación.

—Ya estás dentro —respondí con un toque de diversión—. Podría haberme estado cambiando.

Sonrió y cerró la puerta detrás de él. Yo, por mi parte, cerré el cuadernillo con rapidez y lo escondí entre mis ropas, asegurándome de que no quedara visible. Tendría que reescribir la carta, ya que la tinta no se había secado por completo cuando cerré el libro.

—Te fui a buscar a la cocina, pero me dijeron que habías pedido permiso para ausentarte unas horas.

—Sí, estos días he estado agotada —respondí con una nota de cansancio, sin ofrecer más detalles— ¿Y tú, cómo estás?

—Vivo —dijo acostándose en la cama con naturalidad, poniendo los brazos detrás de la cabeza.

—¿Muchos problemas? —pregunté, con inocencia, como si yo no fuera la causante de cada uno de ellos.

—Sí, y tengo dolores de cabeza interminables —se quejó, cerrando los ojos en un gesto de frustración.

—Supe que capturaste a quien te había traicionado —dije abriendo las ventanas de par en par para dejar entrar la luz dorada y cálida.

—Otto me pidió que lo sacara del calabozo, que no podía humillar así a alguien de una casa aliada —respondió, rodando los ojos con desdén—. Los hijos de Lord Jasper quieren una audiencia conmigo para discutir el tema.

—Tu abuelo puede que se esté guiando más por la amistad que tiene con los Wylde que por su juicio —sembré la cizaña—, aunque supongo que todos defenderíamos a un amigo tan querido si estuviera en problemas.

—Es cierto que se conocen hace muchos años.

—Es una lástima que Lord Jasper haya jugado con tu confianza de esa manera; hiciste lo correcto —dije, con voz suave.

—Han intentado interrogar a Lord Jasper —suspiró—; repite que él no ha sido. No sé quienes son mis enemigos realmente, pero quiero descubrirlo.

Golden Alliances (Aegon II Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora