Entre dragones

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Decidí volver a mi rutina diaria y dejar de preocuparme por el drama con Ivy; me parecía innecesario dedicarle mi energía. Si ella decidía meterse conmigo, ya encontraría la manera de lidiar con ello, pero por ahora prefería no estresarme. Era triste ver lo desesperada que estaba por un hombre que claramente no mostraba ningún interés en ella.

Mi ánimo mejoró notablemente cuando recibí un mensaje de Lanna, informándome que mi madre había respondido agradeciendo por la información que habíamos enviado.

A primera hora de la mañana, un guardia enviado por Aegon me comentó con discreción que el rey estaría ocupado hasta el medio día, así que no era necesario que le llevara el desayuno. Sentí una leve decepción, que rápidamente fue sustituida por entusiasmo cuando me pidió que lo esperara después de almuerzo en la entrada principal de la Fortaleza Roja con ropa casual. El mismo guardia informó la instrucción a Marianne, quien asintió con comprensión.

Estaba tan complacida que ni siquiera las tareas de lavar los platos o limpiar el piso me molestaron. Todo estaba desarrollándose exactamente como había esperado.

Continué mi labor en la cocina hasta que llegó casi la hora de salir. Con rapidez, corrí al dormitorio compartido y busqué entre mis pocas pertenencias un vestido adecuado. Opté por uno de algodón de color rojo oscuro, regalo de Lanna para ocasiones especiales, y solté mi cabello que usualmente llevaba recogido, dejándolo caer en suaves ondas sobre mis hombros.

Salí con paso seguro por los corredores y bajé varias escaleras destinadas al servicio hasta llegar al punto de encuentro. Allí me aguardaba Aegon, rodeado de cuatro guardias que se colocaron a su espalda como protección. Noté que su aspecto era mucho más cuidado que en días anteriores y se veía menos cansado.

Al acercarme, me recibió con una sonrisa y extendió su brazo hacia mí, invitándome a tomarlo mientras hablábamos en voz baja.

—¿Te gustaría dar un paseo? —propuso con amabilidad.

—Claro—respondí, aceptando su gesto.

—Pensé que disfrutarías de un paseo en carruaje, especialmente siendo nueva en la ciudad —explicó.

—¿No te preocupa que te vean con una criada? —pregunté, un poco sorprendida de que quisiera mostrarse con una persona de clase baja en público, después de esto todos estarían comentándolo.

—No, no me preocupa. Soy el rey y decido con quién paso mi tiempo —declaró con firmeza.

Sonreí y no pude evitar estudiar su rostro con atención. Observé sus rasgos marcados y sus labios entreabiertos, y aunque parecía captar mis pensamientos, solo respondió con una leve sonrisa.

—Te ves perfecta con ese vestido —me elogió con una mirada profunda.

—Gracias, mi rey —una chispa ardió en sus ojos traviesos y tragué pesado, sintiendo como un ligero rubor coloreaba mis mejillas.

—¿Vamos? —murmuró con tranquilidad.

—Vamos —asentí.

Los guardias nos acompañaron hasta el carruaje, abriendo la puerta con cortesía. Uno de ellos me ayudó a subir, y lo hice con cuidado de que mi vestido no se ensuciara. Aegon se sentó frente a mí y los guardias montaron a caballo para seguirnos, garantizando nuestra seguridad mientras recorríamos las calles de la ciudad.

Durante nuestro trayecto, mi habilidad para la conversación pareció cautivar a Aegon. Comenzamos hablando del clima y luego él compartió su conocimiento sobre los edificios históricos de la ciudad. Yo escuchaba atentamente mientras notaba cómo algunos aldeanos nos miraban con curiosidad mientras pasábamos.

Golden Alliances (Aegon II Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora