Cuentos de la Medianoche

La Ventana y El Jardín

Tomé el autobús en aquél pueblo serrano, el cual me llevaría hasta una pequeña ciudad en donde radicaba de forma temporal mi hermano. Esta vez no le había avisado a él de que lo visitaría por lo que con un poco de preocupación llegué hasta esa vieja casona dónde él rentaba.

Alfredo, mi hermano se había graduado de Agrónomo en una de las más prestigiadas universidades de mi país, y en esa casa había optado por vivir mientras concluía su tesis y así presentar su examen profesional.

Cada vez que podía; siempre y cuando el trabajo me lo permitiera lo visitaba en donde residía y aprovechaba para convivir con él, además de apoyarlo con dinero, producto de mi trabajo en aquel pueblo maderero que había dejado atrás. Varios fines de semana ya me había tocado dormir en aquella casa en la que por las noches a mi parecer se sentían energías algo extrañas.

Pues bien, llegué hasta ese domicilio y toqué un portón negro, me recibió la señora dueña de toda esa construcción; muy amable me permitió ingresar, sin embargo me avisó que nadie de los que ahí alojaba se encontraban; incluyendo a mi hermano. Sentí algo de tristeza al no poder ver a Fredy y le aclaré que pasaría esa noche ahí en su casa de huéspedes. Con una sonrisa muy agradable me dijo –Está bien- mi parentesco con su inquilino ya lo conocía por lo que no le pareció malo permitirme quedarme en una de las habitaciones.

Eran dos cuartos, un pequeño y uno más grande; en este último había 4 camas, en la parte lateral de éste daba a un pequeño jardín donde estaba el área de lavado. Esa pared lateral era imaginaria pues sólo estaba dividida por enormes cristales formando algo así como un ventanal, al cual intentaban cubrirlo unas cortinas grandes, a pesar de ello; quedaban ciertos espacios por donde fácilmente se podía mirar el panorama hasta ese jardincito.

Aburrido, saqué unos “dulces de cacahuate” que le llevaba a mi hermano, esa sería mi cena y encendí el televisor, tan de poco interés era la programación que me quedé profundamente dormido. Cuando desperté era pasada la media noche y me dirigí al baño a orinar y a realizar otras necesidades.

Cierto temor y escalofrío sentí al mirarme solo en esa gran habitación, por lo que me apresuré a ponerme cómodo para tirarme a dormir. El gran ventanal permitía ingresar un poco de luz hasta el cuarto, sería la luz de la ciudad o de la luna no sabría decirlo.

Intenté dormir y me acurruqué entre las cobijas y le di la espalda al jardín; dormité un poco, y no sé si entre sueños o consiente escuche en voz baja que me hacían una invitación.–Ven, voltea, ayúdanos- Me decían. Sentí miedo, terror, no sé cómo describirlo, pero intenté resistirme a voltear.

Las invitaciones se hicieron más insistentes y empecé a escuchar ruidos parecidos al de una pala y trastes de cocina. No sé si fue un sueño o realidad; pero giré mi cabeza y me pareció ver que una silueta de un hombre cavaba con la pala en el pequeño jardín, también creí mirar que una mujer lavaba trastes en el lavadero.

El terror se quiso apoderar de mí y volví a acurrucarme entre las cobijas; tapándome el rostro con las sábanas. Traté de calmar el miedo imaginándome fragmentos de oraciones que en ciertas ocasiones le había escuchado a mi madre al rezar. Pensé cosas positivas e intenté que ese momento de terror no se hiciera presa de mí; le di la espalda al enorme cristal y al jardín y cómo pude después de varias horas me quedé dormido.

Apenas cantaron los gallos me incorporé y me duché para dejar lo más pronto a esa vieja casa. Salí sin avisarle a la señora y regresé al pueblo donde trabajaba. Después de dos semanas volví a ver a Fredy cuando me visitó en mi trabajo. Le narré lo que me había sucedido en aquella noche. Sí, -expresó mi hermano- el ambiente es algo tenebroso en ese lugar, ya quiero concluir mi tesis cuanto antes para no regresar más ahí; por cierto; dice la “La Rentera” que gran parte de su casa, está construida en lo que antes fue un cementerio. A pos’ ya no te visitaré mi hermano mientras vivas ahí, terminé diciéndole con una sonrisa algo nerviosa.