El gato negro,un cuento de terror de Allan Poe 1/2

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La historia que a continuación les voy a contar ocurrió de verdad. Los hechos que narro, también. Pero la interpretación de cada cual puede ser diferente. Tal vez un lector más racional sepa dar respuesta a las múltiples casualidades que sucedieron, una detrás de otra. Pero otro lector más sensible a los sucesos paranormales, como yo, sentirá que su alma se sobrecoge y su corazón se desboca.

Debo aclarar antes de todo que yo era un gran amante de los animales. De niño, sentía tanta atracción y pasión por ellos, que mis padres me dejaron tener en casa animales de todo tipo. Pero ya desde entonces sentí una ligera inclinación hacia los gatos.

Me casé muy joven, con una muchacha que sentía mi misma pasión por los animales, así que ella también estuvo de acuerdo en tener en casa pájaros, un pez dorado, conejos, un perro, un pequeño mono y un gato, al que puse de nombre Plutón. De entre todos estos animales mi favorito era Plutón, un gato negro con una mirada inteligente y atrevida. Mi mujer, más supersticiosa que yo, me dijo que los gatos negros eran en realidad brujas. Yo, evidentemente, no creía en nada de eso.

-Cómo el protagonista empezó a maltratar a sus animales

•El tiempo fue pasando y yo comencé a caer en el vicio de la bebida. Y esto fue transformando por completo mi carácter, cada vez más taciturno, grosero y hasta violento. De hecho, aquellos por los que sentía antaño un gran amor, mis animales, comenzaron a incomodarme, poco a poco, a molestarme... hasta que empecé a maltratarlos. A todos, menos a Plutón, por el que en principio seguía teniendo cierto respeto.

Sin embargo el animal, inteligente como era, empezó a apartarse de mí al ver cómo trataba al resto de animales. Y eso me enfurecía más. Y empecé a sentir rechazo por mi animal favorito. Luego desprecio. Hasta sentir odio.

Y no sé cómo ocurrió, pero un día que llegué más borracho de lo habitual, al intentar tocar a Plutón, éste me mordió la mano. Y yo, dominado por la rabia, saqué una navaja del bolsillo y le quité un ojo. Sí, como lo cuento. Yo, que amaba tanto a los animales, acababa de cometer una crueldad intolerable.

Durante los días siguientes, Plutón me evitaba constantemente. Su herida fue cicatrizando, aunque su aspecto era terrible. Y yo, lejos de retorcerme en el remordimiento, seguía sintiendo una creciente animadversión por el felino. Mi mujer, en cambio, continuaba amando a todos los animales igual que la primera vez. Y esto me enfurecía aún más. No sé explicar por qué.

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