Capítulo 112 ~ Una pequeña pelea

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Aunque Maxi había declarado que no deseaba hablar con Riftan, todavía compartían dormitorio. Sería imposible para ella evitar verlo por completo. Por eso recurrió a la táctica ciertamente infantil de fingir dormir.

— Maxi, necesitamos hablar.

Riftan había regresado más temprano de lo habitual y ahora rondaba ansiosamente junto a la cama. Maxi yacía quieta con la manta sobre su cabeza como una oruga.

Riftan intentó quitar la manta, pero Maxi se aferró a ella hasta que sus dedos temblaron por el esfuerzo. En un intento desesperado por aparentar estar dormida, incluso empezó a roncar.

— Maldita sea, sé que estás despierta. Deja de fingir.

Debió haberse irritado, porque el movimiento de la manta se hacía más fuerte a cada segundo. Maxi usó todas sus fuerzas para agarrarse a la manta y obstinadamente mantuvo los ojos cerrados. Podía escucharlo apretar los dientes en la cabecera de la cama.

— ¿Vas a seguir así? Hace un tiempo, yo... — Riftan se calló, de repente sonando desanimado.

Retiró la mano y se dejó caer junto a ella. Después de un momento de profundo silencio, dijo fríamente.

— Bien. Haz lo que quieras.

Dicho esto, se quitó los zapatos y se acostó. Sintiéndose resentida, Maxi se colocó lo más lejos posible de él y se hizo un ovillo.

Era cierto que no quería hablar con él, pero también le enojaba que se hubiera rendido tan fácilmente. ¿Qué era lo que ella quería que él hiciera?

¿Atraerla a sus brazos y apaciguarla suavemente? ¿Disculparse por sus duras palabras y decirle que no lo había dicho en serio? Ella se sintió traicionada por su indiferencia.

Su frialdad continuó hasta el día siguiente. Maxi se negó a moverse bajo las sábanas hasta que Riftan salió de la habitación. Sólo después de que él partió a regañadientes para comenzar el día, ella se levantó lentamente de la cama y se instaló en la torre de Ruth.

Allí pasaba su tiempo leyendo y mezclando hierbas como lo hacía habitualmente. De vez en cuando, las palabras de Riftan le venían repentinamente a la mente, lo que le dificultaba concentrarse.

Se desplomó sobre el escritorio y se mordió el labio. Por mucho que lo intentara, no parecía que Riftan la reconociera jamás. Pero, ¿por qué habría de hacerlo cuando ella no podía compararse con la hermosa y gran hechicera que podría haber sido su esposa?

Maxi no pudo evitar que sus pensamientos se oscurecieran. Estaba segura de que él no deseaba compartir ningún otro aspecto de su vida con ella excepto las cinco horas que pasaba en sus dormitorios todos los días. Quería tratarla como a un gato domesticado que uno tenía en su habitación para acariciarlo de vez en cuando.

Había pensado que se había acostumbrado al rechazo, pero todavía le dolía el corazón. Incapaz de concentrarse en sus estudios, Maxi continuó ahogándose en pensamientos de autocrítica.

De repente se le ocurrió que era la hora habitual en la que solía pasar por la enfermería. Maxi titubeó. Ella no era tan insensible como para poder parecer imperturbable ante los caballeros después de haber sido tan humillada frente a ellos ayer. Aún así, también hirió su orgullo al suspender sus visitas por ese motivo.

Todos deben pensar que sus palabras me sorprendieron.

Maxi arrugó el entrecejo. Era cierto, pero no quería parecer una mujer mansa. Por otro lado, temía que la compararan con la obstinada princesa.

Después de mucho pensarlo, Maxi salió de la torre con una bolsa de hierbas. Si los caballeros parecían preocupados por su presencia, ella les diría que simplemente había venido para reponer los remedios.

Debajo del Roble ~ Libro 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora