Maegor Targaryen

Capitulo 26

El caos se apoderaba de Dragonstone cuando Rhaena descubrió el cuerpo sin vida de Aegon, una escena desgarradora que la sumió en un profundo dolor y desconcierto. Al entrar en la habitación de sus hermanos pequeños, se encontró con la trágica escena de la sirvienta y Aegon yacían inmóviles, mientras Viserys lloraba desconsolado junto al cuerpo de su hermano fallecido.

La alarma resonó a través de los pasillos del castillo, despertando a todos los habitantes de Dragonstone y sumiendo al lugar en un estado de conmoción y urgencia. Rhaenyra y Daemon, alertados por la angustiosa llamada de un caballero, se apresuraron hacia la habitación de sus hijos, presintiendo que algo malo pasó. Al llegar, se encontraron con una escena que los dejó sin aliento: los cuerpos de la sirvienta y de Aegon yacían inmóviles, mientras que Viserys un lloraba inconsolable al lado de su hermano fallecido, mientras que Rhaena no se movía de su lugar, ella estaba en shock.

El grito desgarrador de Rhaenyra rompió el silencio, un lamento de dolor y desesperación que resonó en los pasillos del castillo. Mientras tanto, Daemon quedó petrificado por la brutalidad de lo que veía, su rostro reflejando un shock paralizante ante la escena desgarradora que se desarrollaba frente a sus ojos.

—¡No, mi hijo, no! —Rhaenyra grita con desesperación mientras se acerca al cuerpo inerte de Aegon, con su corazón lleno de angustia y dolor.

Mientras tanto, Rhaena toma a Viserys en brazos, apartándolo de la escena atroz que se desarrolla ante sus ojos, protegiendo al pequeño de la cruel realidad que los rodea. Las lágrimas y el horror se reflejan en el rostros de Rhaenyra, unida en su sufrimiento y lamento por haber perdido a un hijo de esa manera cruel.

—Mi pequeño Aegon, ¿quién pudo hacerte esto? —murmura Rhaenyra, con la voz quebrada por el dolor que la embarga en cada segundo que pasa.

—¡Quiero que busquen por todas partes! —ordena Daemon a unos caballeros— ¡Encuentren al culpable de esto!.

—Sí, príncipe —responden los caballeros mientras se apresuran a buscar por los pasillos.

—Rhaena, saca a Viserys de aquí —dice con la voz entrecortada mientras se acerca a Rhaenyra.

Rhaena, en un silencio abrumador, se retiró de la escena sin decir una palabra, su rostro inexpresivo revelando una mirada perdida que no era normal en ella. Mientras tanto, Viserys, aunque ya no lloraba, mostraba una expresión vacía y distante, un reflejo perturbador de la tragedia que había presenciado, no era normal en un niño tan joven.

Mientras tanto, Daemon se acercó a Rhaenyra, quien abrazaba con desesperación el cuerpo sin vida de su hijo Aegon. Al notar las heridas mortales que desgarraban el interior de su hijo, una mezcla abrumadora de ira y tristeza se apoderó de Daemon. Rhaenyra, entre sollozos y lamentos desgarradores, sostenía a su hijo con amor y desesperación, incapaz de aceptar la brutalidad de lo ocurrido.

Daemon se arrodilló a su lado, colocando una mano reconfortante en el hombro de Rhaenyra, mientras las lágrimas brotaban de sus ojos, reflejando el dolor y la impotencia que los embargaba a ambos. En un momento de profunda conexión y duelo compartido, padre y madre se unieron en su dolor, encontrando consuelo en la presencia mutua en medio de la tragedia.

Mientras tanto, en su habitación, Lucerys se desmoronaba ante la noticia devastadora. Sus manos temblorosas y su corazón destrozado por la pérdida, se enfrentaba a la idea insoportable de perder a un ser querido de manera tan violenta. Las lágrimas fluían sin control, mientras su mente luchaba por comprender cómo alguien había logrado infiltrarse y arrebatar la vida de su hermano Aegon. La incredulidad y el dolor lo consumían, cuestionando la seguridad y la paz que una vez creyó que reinaban en su hogar. La tragedia había golpeado a la familia real con una fuerza inimaginable, dejando a todos sumidos en un mar de desolación y dolor ante la pérdida de uno de los suyos.