—Tengo hambre. —La voz de Alan hizo que desviara la mirada de la bufanda que estaba tejiendo.
—Ve a comer algo. —Dije volviendo a centrar toda mi atención en mi tejido.
—¿Qué clase de enfermera manda a su paciente a prepararse su propia comida?
—Espero que lo digas por eso y no porque soy mujer.
—¿A qué te refieres?
—Digo, porque eres tan viejo que en tus tiempos el machismo estaba peor que ahora, y eso es mucho decir.
—Osea, ¿me estás llamando machista?
—Pues me parece lógico, ¿no?
—Genial, entonces iré yo a hacer la comida. Espero que la herida se me abra, que me dé una hemorragia y muera desangrado. Así mínimamente te quedarás con el cargo de consciencia.
—Dramático.
Alan se paró de la cama y se dirigió hacia la puerta, mirándome de vez en cuando a ver si veía una pizca de remordimiento en mí.
Pero no la obtuvo.
Salió de la habitación y me dejó sola con mis pensamientos.
Habían pasado siete días desde que le curé las heridas, aún faltaban siete más. Me aterraba la idea de que al terminar este plazo Alan volvería a continuar lo que ya empezó.
Acabar con la vida de todos.
Menos la mía.
La situación era crítica, pero ¿qué más podía hacer?
Me sentía cómoda aquí con Alan, aunque sabía perfectamente que esto no duraría mucho tiempo. Estábamos conviviendo tan bien solo por el hecho de que no podía hacer esfuerzo en salir.
En el momento que pudiera hacerlo, simplemente se iría y los mataría a todos. Yo me quedaría sola y me vería obligada a mudarme de pueblo, guardando en mi interior todo lo que sentía, toda esa culpa por haber mantenido al asesino con vida. Tuve muchas oportunidades de matarlo. No lo hice por estúpida.
En todo este tiempo nos habíamos vuelto mucho más cercanos. Amaba contarme historias de como despellejaba y torturaba a sus víctimas, mientras yo le enseñaba un poco sobre enfermería y lo mucho que me gustaría ser escritora o algo por el estilo.
Alan me daba ánimos para seguir mis sueños, pero como ya le había dicho a él, en esta sociedad donde vivimos hoy en día mi esfuerzo sería nulo.
Ser mujer era visto como una enfermedad. Solo servíamos para llevar hijos en nuestro vientre y si dábamos a luz a una niña era mal vistos por el resto.
Como una maldición.
Por suerte Alan no era igual. A pesar de ser tan viejo mentalmente, tenía una forma de ver el mundo muy avanzada para su época, nuestra época.
Y aunque me costara admitirlo, lamentablemente Alan se estaba ganando todo mi respeto y cariño. Detrás de ese oscuro monstruo se ocultaba un niño pequeño que nunca fue comprendido, amado o respetado.
Al parecer era la única que veía eso, la única que lo entendía. Y dolía más el hecho de saber que no podía hacer otra cosa que mandarlo de vuelta a donde debería estar, pues aquí en este mundo no era bienvenido.
Con su herida me había demostrado que era vulnerable a muchas cosas, y si bien no quería que lo lastimaran, tampoco quería que el resto fuera lastimado por él.
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El Complemento del Diablo
FantasyA una altura de aproximadamente 1.700 metros sobre el nivel del mar se encontraba Erthmen, un pueblo que según las leyendas había sido abandonado, ya que los habitantes de aquel lugar buscaban una vida mejor en los pueblos bajos donde el comercio er...