Capítulo 1

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       Erthmen, 4 de mayo de 1875.

La historia comenzó muchos años atrás, donde el pánico fue causado por un asesino serial que próximamente se volvió leyenda.

Tras acabar con el asesino, Erthmen volvió a la normalidad, el sol volvió a salir y la alegría invadió nuevamente cada puerta de aquel pequeño pueblo. Todos veían los días de oscuridad como una simple pesadilla, como si el infierno que una vez vivieron fuese borrado de sus memorias y los asesinatos que la gran mayoría presenció hubieran sido solo historias de terror, las cuales finalizaron con la muerte del gran Alan Ridgewell.

Años después de los sucesos, los nietos de las personas que habían presenciado dichos actos atroces comenzaron a contarle a sus pequeños hijos los cuentos para no dormir, creando así generación tras generación una leyenda escalofriante donde Alan, el mayor asesino serial de la historia, era protagonista.

Según la descendencia de las pobres almas que vivieron en carne propia los días oscuros, había una forma de invocarlo, pero esto era solo si se hacía un 4 de mayo a las 11:55 pm, 5 minutos antes de aquel día maldito, el 5 de mayo, donde todo comenzó.

5 velas negras, 1 blanca y un espejo. No se necesitaba nada más.

Colocabas la blanca en el centro y las 5 velas negras rodeándola, y decías unas palabras en latín que la mayoría ni siquiera sabía que significaba.

Veni, magne domine, fac te coram nobis tuisque sequacibus presentem, et animas nostras obtenebrare, ut tuam meremur presentiam.

Según, si hacías esto tendrías la dicha de ver al causante del pánico.

El gran Alan Ridgewell.

Cerré el libro y miré las caras de las dos personas más importantes que tenía en mi vida, mi novio Max y mi mejor amiga Sandra.

—¿Y bien? —Esperé a que alguno de los dos dijera algo, puesto a que minutos antes ambos habían pedido que hiciéramos el ritual de invocación.

Era más que obvio que ninguno de los tres creíamos en aquellas mierdas del gran Alan no se qué.

Nuestros padres nos habían contado la historia cientos de veces y habían jurado por sus vidas que ese hombre se hacía presente por medio del ritual, el cual teníamos prohibido hacer. Aún así para nosotros era imposible que fuese cierto, y como adolescentes que éramos, necesitábamos probar la realidad del asunto.

Después de todo, ¿qué era lo peor que podría pasar?

Sí, era cierto que las historias reales relatan lo que se le conoce como La noche oscura del pueblo de Erthmen, pero eso de que invocando al causante de todo el desastre aparecería, se me hacía pura bobada.

Ya Alan estaba muerto, o al menos eso creíamos, pues en las historias se contaba que fue desterrado, mas no asesinado.

Vi como Max sacaba de su mochila las velas negras y a Sandra sacar la blanca, dándome a entender que yo debía ir a por el espejo del baño para así iniciar el ritual.

Eran justo las 11:50 pm del 4 de mayo, por lo que todo debía salir perfecto.

Montamos el ritual en una pequeña mesa de té que había en la sala, colocando primero la vela blanca en el centro de esta y luego las negras a su alrededor. Y justo a las 11:55 encendimos las mechas de las seis velas, comenzando por la blanca y próximamente las negras, en el sentido de las manecillas del reloj.

—Estoy nerviosa. —La voz de Sandra hizo que desviara la mirada del altar improvisado que habíamos montado.

—Todo saldrá bien, no te preocupes. —Max intentó calmarla colocando su mano derecha en el hombro de mi mejor amiga y dedicándole una sonrisa tan dulce que me hubiera ocasionado celos si no confiase en ambos.

Aquel acto pareció calmarla.

Y justo ahí, cuando el reloj marcó las 11:59, comenzamos a recitar al unísono aquel rezo extraño.

Veni, magne domine, fac te coram nobis tuisque sequacibus presentem, et animas nostras obtenebrare, ut tuam meremur presentiam.

Para nuestra sorpresa, al pronunciar la última palabra las seis velas se apagaron como por arte de magia, ocasionando que los tres chilláramos.

Mayor fue nuestra sorpresa cuando nos percatamos de que no había corrientes de aire cerca. Era básicamente imposible que las velas se hubieran apagado.

—Fue seguro el aire que desprendíamos al hablar, no hay forma de que sea Él. —Max sonaba seguro, pero no podía creerle por más que quisiera, no había forma de que fuera eso. —¿Lo ven? Una vez más comprobamos que esto de los rituales es puro invento.

Yo no estaba tan segura, al menos no hasta que sentimos un estruendo que venía de la cocina.

Esta vez el grito lo dimos solo Sandra y yo.

Seguido de esto, un portazo de donde mismo provenía el ruido anterior se escuchó.

—¡¿Qué fue eso?! —Se notaba desesperada la chica mientras se paraba rápidamente del suelo, con una muestra de terror absoluta.

—Seguro el viento, quédense aquí, yo iré a ver. —Max salió de la sala camino a la cocina, como típico hombre en película de terror. Llevando consigo un lápiz de mi escritorio, como si eso fuese suficiente para acabar con el causante del ruido.

Pero esta vez sí había corriente de aire, habíamos dejado la pequeña ventana de la cocina entreabierta.

Fue un alivio.

Por ahora.

El ambiente se sentía pesado, sin embargo, por más que lucháramos por quedarnos despiertos a los tres nos estaba venciendo el sueño, así que decidimos rendirnos e ir al piso superior a descansar.

Ya eran pasadas las 12:30.

El Complemento del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora