Capítulo 6

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  Intentando sonar natural, entré a una farmacia y compré varias cosas que necesitaba, entre ellas, remedios para la infección, pomadas de cicatrización, vendas, agujas de operación e hilo para lo mismo.

De paso compré agua oxigenada.

Nunca estaba de más.

La farmacéutica me miraba extrañada, pero poco me importaba. Alan se encontraba en estado crítico con una herida abierta en su abdomen.

Lo único que quería era curarlo y que se pusiera bien.

Aunque miento si digo que no se me pasaba por la cabeza delatarlo ahora que estaba débil.

Lo único que me detenía era que me había dejado con vida, debía devolverle el favor. Me negaba a traicionarlo, al menos por ahora.

Salí de la farmacia casi corriendo, con el suficiente cuidado de que nadie sospechara. Di la vuelta en la esquina de la casa y corrí aún más rápido cuando divisé la figura de Alan en la ventana de mi habitación.

Le había dicho que se quedara acostado e hizo todo lo contrario.

Subí las escaleras lo más rápido que pude y abrí la puerta de mi habitación.

—¿Qué parte de "quédate acostado" no entendiste? —Le reproché con tono sarcástico.

Alan me miró con una expresión desafiante.

—La parte donde mi instinto me comenzó a alertar de que no ibas a regresar, al menos no sin los guardias. —Respondió con frialdad.

Sus palabras me hicieron retroceder un poco, no dejé que la decepción se notara en mi rostro. Sabía que tenía que mantener la compostura.

—Alan Ridgewell, ¿me crees capaz de dejar a alguien herido a su suerte? No seas ridículo. —Le dije tratando de calmarlo. —Vuelve a la cama, ¡ahora! Además, tu instinto está muy mal, mírame aquí, no te traicioné. Bestia. —Él, sin decir nada más, se acostó en la cama y me dejó hacer mi trabajo.

Enseguida procedí a curarle y cerrarle la herida.

—¿Cómo te hiciste esto? —Pregunté rompiendo el hielo mientras con una gasa le pasaba el desinfectante.

—Un imbécil, llevaba un cuchillo oculto. —Respondió entre dientes y de mala manera.

—Así que se quiso defender. —Sonreí de forma inevitable. Alan definitivamente no estaba acostumbrado a que le pasaran este tipo de cosas, habían pasado tantos años desde la última vez que alguien lo había lastimado físicamente que ya ni siquiera recordaba lo que era el dolor.

Tenía certeza de eso ya que me sabía su historia de inicio a fin.

—Apresúrate en curar esa cosa, necesito ir a matar a otro par. —Susurró indiferente, con su vista puesta en solo Dios sabe dónde.

—¿Crees que te voy a dejar salir con una herida en el abdomen? ¿Acaso estás loco? Se puede abrir si no se trata adecuadamente. ¿Te imaginas el gran insulto que sería morir por una infección de herida? El que te lastimó sería visto como un héroe en el inframundo. El chico que mató a Alan Ridgewell. —Reí ante mi propio comentario sabiendo perfectamente que esto no le causaba ningún tipo de gracia, al contrario, podía ver en sus ojos de colores el gran disgusto que tenía.

Alan era un ser transparente.

En el sentido de que no era bueno ocultando sus sentimientos, podía notarlo con solo mirarlo unos segundos.

Sus ojos y las muecas de su rostro eran un espejo de sus sentimientos. Un espejo que lo traicionaba si quería ocultar sus emociones.

A estas alturas ya me sentía bastante capaz de entender lo que pasaba y pensaba.

El Complemento del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora