Capítulo 2

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Desperté inmediatamente cuando escuché un grito desgarrador. Salí de mi habitación para encontrarme a Sandra corriendo por el pasillo, pasó por mi lado a la velocidad de la luz y me tomó del brazo.

—¡Acabo de ver a un hombre en mi habitación! —Dijo desesperada. —Él está aquí, Mey, ha venido.

La piel se me erizó de solo imaginarlo.

Pero no podía ser, ¿o sí?

—Sandra —Intenté calmarla. —Solo fue un mal sueño, ya pasó.

Pero su mirada no me hacía pensar lo mismo, estaba muy pálida, algo estaba pasando.

—¿Dónde está Max? —Dijo mientras se abrazaba a sí misma intentando calmarse.

Y tenía razón, no había aparecido.

Quizás nos estaba gastando una broma.

El miedo nos invadió aún con más fuerza en el momento que se comenzaron a escuchar pasos por las escaleras.

Escaleras ubicadas justo frente a nosotras.

No había duda, él estaba aquí.

—Max, esto no es gracioso. —Reí nerviosamente aún con la esperanza de que fuera él.

La sonrisa desapareció de mi rostro en cuanto vi que aquella silueta se veía mucho más alta e imponente de lo que Max era.

Nos quedamos heladas, viendo como se nos acercaba. Sandra me agarraba cada vez más fuerte mientras ambas retrocedíamos lentamente intentando de alguna manera alejarnos de allí, aunque claramente era imposible.

—¡Max! —gritó Sandra intentando hacer que apareciera en un último intento de salvar nuestras vidas.

Y por suerte lo hizo.

Se posicionó por detrás de aquel tipo y lo golpeó con algo, no lo suficientemente fuerte como para causarle algún daño, pero sí para darnos una corta ventaja y lograr escapar.

Corrió hacia nosotras y nos indicó que debíamos ir al sótano, puesto que ahí tendríamos más oportunidades de salir por una de las ventanas.


La puerta principal estaba cerrada, no obstante a eso, era un suicidio huir por ahí, ya que quien a estas alturas pensaba que era Alan estaba justo al lado de esta.

Corrimos tan rápido como pudimos hacia el sótano y ahí nos encerramos, mientras del otro lado esa cosa intentaba abrir la puerta.

—Escuchen, haremos esto. Yo salgo primero y las saco una a una. —Se apresuró en decir Max.

—¡No, yo quiero salir primero! —Chilló mi mejor amiga. Aunque era lógico que ella no tendría la fuerza suficiente como para sacarnos a ambos. Así que no quedaba otra opción, tenía que ser Max.

—No tendrás la fuerza para hacerlo. Será solo un minuto. Ayúdenme a subir.

Ambas lo ayudamos, este logró salir y mientras lo hacía fuertes golpes se escuchaban desde la puerta del sótano.

Era una puerta de madera, débil. Podía ser derribada con un par de patadas, y eso era algo que Él sabía.

—Sandra, tú sigues. Dame la mano.

El hecho de que quisiera sacarla a ella antes que a mí me llenó de ira, ¡yo era su novia! Se suponía que debía ponerme como prioridad, y más en estos casos.

Pero en ese preciso momento no podía permitirme entrar en una discusión. Mi único deseo era escapar de allí lo más rápido posible y alejarme de este lugar.

—Mey, necesito tu ayuda para que Sandra pueda subir. Empújala con todas tus fuerzas. —Suplicó Max lleno de urgencia.

Hice lo que me pidió, empujé a Sandra para que subiera por completo. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de sacar sus pies la pesada puerta del sótano se abrió de par en par, provocando un escalofrío en mi espina dorsal.

—¡Rápido, dame la mano! —Grité con todas mis fuerzas, la desesperación se adueñaba de mi voz.

Miré hacia atrás mientras extendía mis brazos, suplicando a Max que me ayudara a subir. Pero en lugar de eso, quedé atónita al escuchar las palabras que salieron de la boca de mi novio, unas que nunca habría imaginado que diría.

—Lo siento, Mey, pero ya es demasiado tarde. —Musitó mientras tomaba la mano de Sandra y se alejaban rápidamente.

—¡No me dejen! ¡Por favor, no me dejen! —Exclamé con angustia, llena de desesperación. Volví a mirar hacia atrás y allí estaba él, caminando con total tranquilidad en mi dirección.

Era el imponente Alan Ridgewell, cuya presencia generaba un sentimiento de temor en lo más profundo de mi ser.

Miré, ilusa, hacia donde habían huido mis compañeros, con la esperanza de que hubieran cambiado de opinión y regresaran por mí, cuando Sandra miró en mi dirección con una sonrisa retorcida.

Y sin previo aviso, con un solo golpe mi cuerpo voló hacia el otro extremo de la habitación.

Dejándome inconsciente. 

El Complemento del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora