Se había hecho costumbre que Evelyn viniese a mi habitación tan pronto como el sol se hacía presente en el horizonte. Todo para recordarme algo imposible de olvidar.
—¡Meeeeeyy! ¡La escuelaaaa!. —Chillaba como si ignorase el hecho de que ya estaba despierta.
No sería ella si no me chillara con tanta intensidad por cualquier cosa.
Era imposible que me quedase dormida o llegar tarde, créanme, Evelyn se encargaba de que no pasara.
Sin mucho que hacer tomé un baño como todas las mañanas y me puse el uniforme.
Ya me había pasado una semana en la escuela. Me había hecho más amiga de Jack, y Hannah me enseñaba en el recreo todo lo que me había perdido de primer año, que por suerte no era mucho.
Ella era muy amable, también bastante reservada. Apenas me había contado de su familia, y el cómo se había alejado de su mamá, lo mucho que la extrañaba y todo lo que haría si pudiera estar con ella más tiempo. Pero había un lado bueno en esto, y es que estarían juntas en cuanto terminase el colegio.
Eso la alegraba y la impulsaba a tener las notas más altas del curso.
Sabía que tenía varios gatos, los amaba con su vida. A veces solía encontrar pelos en su ropa y los guardaba en pequeños frasquillos que atesoraba y guardaba en su Sen.
Por otro lado, Jack me enseñaba a hackear hechizos, era un experto en esto de ser hacker. Había hecho muchas modificaciones en cada hechizo que hacía gracias a él. Se volvían mucho más poderosos y eficaces. Pero sin duda, lo que más amaba eran las pociones y cómo se volvían infinitas en el Sen.
Me ahorraba demasiado trabajo y me impulsaba a crear muchos tipos diferentes de pociones para guardarlas ahí.
Sin poder evitarlo una sonrisa se formó en mi rostro. Había encontrado amigos. No era verdad lo que dijo Sandra.
No tenía por qué estar sola.
Y sí, es cierto que aquí la mayoría de personas me miraban por encima del hombro, pero al menos Jack, Hannah y Evelyn parecían encantados conmigo. Los tres me habían ayudado de diferentes maneras.
Estaba agradecida por eso.
Empezaba a amar mi vida aquí, pero obviamente Alan no salía de mi mente.
Nunca lo hacía.
Era un recordatorio constante de mi más grave error.
Nunca debí traicionarlo, quizás hubiera podido convencerlo de huir de Erthmen y refugiarnos aquí, después de todo nadie sabía de Alan, solo Max y Sandra, y estos nunca dijeron nada. Hubiéramos huido y nadie nunca se hubiese enterado.
Me arrepentía más que nunca de mi decisión.
¿Podía arreglarlo? No lo sé.
Solo de pensar que Alan podría estar ahora aquí, a mi lado, junto a Evelyn y los demás, hacía que doliera.
Porque si él estuviera aquí, con sus chistes malos y su forma peculiar de ser, mi vida fuera perfecta.
Me faltaba él. Y nunca más lo iba a recuperar.
Ojalá pudiera volver el tiempo atrás, aunque por muy mágico que sea mi mundo ahora sabía que no se podía, y en caso de poderse sería muy peligroso.
Así que la idea de volver en el tiempo no era una opción.
El dulce y armonioso sonido de la campana de la carroza sonó, haciendo notar su presencia y obligándonos a salir apresuradamente para no llegar tarde a la primera clase.
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El Complemento del Diablo
FantasyA una altura de aproximadamente 1.700 metros sobre el nivel del mar se encontraba Erthmen, un pueblo que según las leyendas había sido abandonado, ya que los habitantes de aquel lugar buscaban una vida mejor en los pueblos bajos donde el comercio er...