Capítulo 9

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Me levanté de la cama y sentí como algo me bajaba.

No puede ser, ¿por qué ahora? No tenía nada para esta situación.

Se supone que me bajaba dentro de dos semanas.

¿Por qué me pasa esto a mí?

Cerré las piernas lo más rápido que pude mientras caminaba jorobada hasta el baño. Y por si mi desgracia no fuera lo suficiente, Alan entró a la habitación estallando en una carcajada al verme caminar como ser involucionado.

—¿Qué pasa? —Dijo aún entre risas.

—No te rías, hijo de... —Ni siquiera pude terminar la frase, pues en ese momento me bajaron par de coágulos más, causándome una fuerte incomodidad.

Me quejé involuntariamente.

En ese momento la expresión de Alan cambió por completo, pasó de risas a terror.

—¿Estás bien? —Preguntó desesperado mientras intentaba acercarse a mí de forma torpe.

—Tengo cólicos.

—Genial. —Se llevó las manos a la cabeza y me dio la espalda. —¿Qué carajo se hace en estos casos? —La voz de pánico que tenía me hubiera causado gracia si estuviera en otra situación. Tal pareciera que para él me estaba muriendo. —¿Qué tengo que hacer? ¡Nunca he estado en una situación así! —Dramatizó de más, dando vueltas por toda la habitación.

—Escucha, solo necesito que... —Iba a pedirle que fuera a comprar papiros, pero eso era un suicidio. ¡Terminaría matando a las personas a plena luz del día! No podía permitirlo.

—¿Qué necesitas? —Preguntó con total disposición.

—Nada, olvídalo.

—Haré lo que me pidas, iré a donde tenga que ir. Prometo comportarme, no soy completamente un monstruo, sé portarme bien cuando es necesario. Solo dime a dónde tengo que ir y qué debo comprar.

—Necesito que cojas dinero de mi monedero y vayas a la tienda de la esquina. Compra papiros nocturnos. Si no es mucho pedir pasa por la farmacia y compra té de Artemisa, eso ayuda con los cólicos.

Alan solo asintió, dio la media vuelta y se fue, dejándome completamente sola, con un dolor horrible y en proceso de desangramiento.

A veces odio ser mujer.

Alan

Tomé el dinero del monedero de Mey y bajé casi corriendo por las escaleras.

Mierda, ¿por qué me ponen en esta situación?

Primera vez que verán a Alan Ridgewell el mejor asesino de la historia corriendo a por cosas de mujeres.

Era imperdonable.

Luchaba contra mi propio orgullo.

¡Iba a ser visto por todos!

¿Y mi reputación?

Solo esperaba que nadie me reconociera.

Entré a la tienda que supuse que era la que había mencionado mi humana favorita (la única que soportaba) y comencé a mirar las múltiples cosas extrañas que había.

¿Qué carajo fue lo que me pidió?

Lo había olvidado por completo.

Maldición.

Los nervios comenzaron a crecer desde mi estómago, causándome algo que nunca había sentido de esta forma.

Ira.

El Complemento del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora