No era algo que soliera hacer, pero después de haber visto como la abandonaban lo único que quería era que me ordenara matarlos de la peor forma antes vista. Quizás por el hecho de que ella me recordaba a mí, inocente, sin maldad, traicionada por los suyos.
O quién sabe.
Contando aquella historia a la chica junto a mí, casi pude viajar al pasado. Donde se encontraba un pequeño yo viendo a sus hermanos gritar de agonía.
—¡No, por favor, detente! —La voz de Nath, mi hermano mayor, penetraba en mis oídos.
Recuerdo que cerraba los ojos con fuerza como si haciéndolo dejaría de presenciar aquel escenario atroz.
Lamentablemente no fue así, los gritos me impedían huir de la desastrosa realidad en la que me encontraba.
—¡Por favor, ya basta! —Uno de mis hermanos también intentaba que se detuviera. Pero el hombre solo disfrutaba de nuestro sufrimiento.
Mis pensamientos se habían vuelto un laberinto oscuro, sin salida ni esperanza.
Día tras día era igual. Torturas incesables que solo se detenían una vez que perdíamos el conocimiento. Después de eso nos curaba las heridas y nos dejaba reposar siete días. Solo descansábamos de las torturas de nuestra piel, pues la tortura mental fue algo que nunca cesó.
Hasta que llegó ese día, ese primer día en el que yo sería el protagonista.
Esta vez sería yo al que torturaría.
Recuerdo perfectamente como me hacía el primer corte en la planta de los pies.
Grité, grité hasta quedarme afónico, prefería cien veces la tortura mental a la física. Y creo que fue ahí cuando comencé a perder la sensibilidad, pues prefería mil veces ver como mis hermanos sufrían a que sufrir yo.
Sé que dirán que estoy mal, que soy un enfermo, pero, ¿creen que un niñato de trece años deseaba ser así?
No.
La vida me lo impuso, y ustedes no son nadie para juzgar.
A mis hermanos les pasaba igual.
Día tras día rezábamos para que no nos tocara, para que el psicópata olvidara a quién torturó la noche anterior y eligiera a otro como ya había pasado anteriormente.
¿Pero quién iba a decir que tras años de tortura ocurriría un pequeño incidente que cambiaría nuestra suerte?
Y es que yo, el más pequeño de los Ridgewell, tuve la suerte de agarrar la llave de mi habitación que a nuestro querido secuestrador se le había caído.
Y por imbécil seguí en ese lugar.
Al caer la noche, cuando aquel asqueroso dormía, logré salir. Y en vez de irme pitando y dejar a mis hermanos solos, preferí salvarlos.
Tres años habían pasado, tres malditos años desde que ese tipo nos había comenzado a torturar una y otra y otra vez. Puedo decir incluso que había partes de mi cuerpo que no dolían al ser rasgados por el cuchillo que tan bien conocía, había pasado por ese lugar tantas veces que ya mi piel se había vuelto casi inmune.
Con el tiempo el dolor era más tolerable.
A medida que caminaba por el pasillo los recuerdos iban llegando a mí.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro al pensar que saldría de ahí.
Alan Ridgewell, el salvador de sus hermanos, sobrevivientes de un suceso horripilante.
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El Complemento del Diablo
FantasiaA una altura de aproximadamente 1.700 metros sobre el nivel del mar se encontraba Erthmen, un pueblo que según las leyendas había sido abandonado, ya que los habitantes de aquel lugar buscaban una vida mejor en los pueblos bajos donde el comercio er...