PARTE VEINTISEIS

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RHYSAND

La Ira de Rhysand

La explosión fue un rugido devastador que atravesó el campo de batalla. La barrera protectora se había desmoronado, y en un instante, Solaris se había convertido en un torbellino de caos y desesperación. Pero ni siquiera el estruendo más aterrador podía compararse con el grito silencioso que se formó en mi pecho cuando vi a Iliana siendo atrapada por los Arcturiens.

La visión fue como un golpe en el estómago. La nave Arcturien se cernía sobre la ciudad como una sombra amenazante, y allí estaba ella, mi amada Hembra, se encontraba aterrada con golpes en su perfecto cuerpo, sus ropas se habian roto por el impacto de la explocion, ella se ayaba luchando desesperadamente mientras era arrastrada hacia la nave. Los Arcturiens la mantenían sujeta con una brutalidad fría, asegurándose de que no tuviera ni un resquicio de esperanza.

-¡NO! ¡No se la lleven!- rugí, mi voz cargada de una furia inhumana. -¡Iliana!

La desesperación llenó mi corazón mientras veía cómo la nave se elevaba lentamente. Mis músculos estaban tensos, cada fibra de mi ser clamaba por ir en su rescate. El suelo bajo mis pies se convirtió en un obstáculo a medida que luchaba contra las hordas de Arcturiens que intentaban detenerme.

Mi corazón latía con una ferocidad tan descontrolada que casi podía escuchar el pulso en mis oídos.

La imagen de Iliana, luchando con desesperación contra sus captores, se grabó en mi mente con una claridad abrumadora. Sus movimientos eran frenéticos, y podía ver el terror en sus ojos, un reflejo del mío propio. La lucha dentro de mí era una tormenta de miedo, ira y desesperación. El suelo bajo mis pies parecía moverse como si la tierra misma se estuviera desintegrando, y cada paso hacia adelante era una batalla contra la multitud de Arcturiens que trataban de detenerme.

El dolor era una punzada constante en mi pecho, una sensación de desgarradora impotencia. Ver a Iliana siendo arrastrada hacia el interior de la nave era como una tortura lenta y cruel. Sus gritos, ahogados por el rugido de los motores y el clamor de la batalla, llegaban a mí como ecos distantes, llenos de desesperación y miedo.

-¡Iliana! -mi grito desgarrador se perdió en el tumulto, pero no pude evitarlo. Mi voz, cargada de angustia, se rompía con cada sílaba. -¡No!

-¡Ryt, Khaos, Ossaion!- grité, el dolor en mi voz resonando con una desesperación cruda. -¡Debemos ir tras ella! ¡No dejaremos que se la lleven!

Khaos estaba a mi lado, su expresión igual de desesperada. -¡Vamos, Rhysand! -exclamó, abriendo un camino a través de los enemigos. -¡No permitiremos que se escapen!

Ossaion, con su mirada implacable, estaba en plena acción, sus movimientos calculados y certeros. -¡¡No dejaremos que se la lleven sin luchar!!- rugió, su voz cortando a través del caos de la batalla.

Mi mirada estaba fija en Iliana mientras era arrastrada hacia el interior de la nave. Cada grito, cada movimiento suyo, me atravesaba como una daga afilada. El dolor de verla alejarse se mezclaba con una furia incontrolable que solo crecía a medida que la nave ascendía.

-¡Iliana! -grité con todas mis fuerzas, mi voz cargada de desesperación. -¡Sigue luchando, amor mío! ¡No te rindas!

Desde mi posición, vi cómo Iliana se esforzaba por liberarse, sus movimientos frenéticos tratando de apartar a sus captores. Sus gritos eran ahogados por el ruido de los motores y el estruendo de la batalla. La nave Arcturien se estaba alejando, y la distancia entre nosotros parecía volverse cada vez más insuperable.

-¡No podemos dejar que se la lleven!- exclamé, mi voz llena de una determinación feroz mientras luchaba para despejar un camino. -¡Debemos hacer algo!

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