PARTE UNO

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ILIANA

Hace unos años, no creíamos los humanos en la existencia de vida extraterrestre.
Soy Iliana. Una Joven castaña de dieciocho años.

Hace años que soy presa de los reptilianos; me encontraba amarrada de pies, cuello y manos junto con otras seis mujeres, de camino a la nave a ser vendida en algún lugar de la galaxia.

Parpadeaba lentamente, pues llevaba días sin comer o probar agua si quiera, trataba de enfocar el camino y mantener estable mi caminar. Una de mis compañeras tropezó causando que las cadenas a las cuales nos encontrábamos amarradas jalaran hacia enfrente provocando un escozor en la zona de los grilletes.

Levante la mirada y vi a una chica pelinegra tumbada en el suelo, lloraba e intentaba ponerse de pie.

Vi a uno de esos reptilianos acercarse a ella y gorgotear en su idioma algo que no entendíamos. Al ver que no se ponía de pie, la levanto de un tirón y la volvió a coloca en la fila. Los guardias comenzaron a presionarnos para que abordáramos la nave más rápido, y en segundos, me encontraba entrando por la extraña cosa de metal, mis pies; que se encontraban descalzos y con heridas tocaron el frio metal debajo de mí. Entrecerré los ojos hacia la luz que resplandecía en la nave, traté de enfocar la vista, y me di cuenta de que nos encontrábamos en el centro de la nave.

Seguimos caminando al llegar a un pasillo, la luz se apagó y un reptiliano chirrió. Entrecerré los ojos, logrando ajustarlos a la oscuridad de la nave. Me encontraba rodeada por esas cosas. Cosas con forma humanoide, pero cuerpo verde y viscoso, como si se tratase de un lagartijo enorme. Con ojos negros y cabezas grandes y brazos largos.

Algo viscoso y frio envuelve mi boca, ahogándome, y un olor nocivo llena mi nariz. Carajo, moriré. Traté de luchar, moví la cara, tratando de respirar incluso cuando todo a mi alrededor se oscureció.

Tranquilidad, era todo lo que sentía. Hasta que... despierto, mis ojos escanean el lugar, huele como si me encontrara en una alcantarilla, me encuentro encadenada en una pared de metal a mi espalda. Veo a mi alrededor una celda grande y oscura. Una débil luz se cuela por algunos agujeros en las puertas. Las paredes son negras de metal, en la otra pared opuesta a mí se encuentra una puerta corrediza que es aluzada por dos focos de color azul y verde. Recorro el lugar y al fondo, hay otros cuerpos apilados, cuerpos acurrucados y dormidos. Cuento mentalmente y se encuentran las seis chicas que abordaron conmigo a la nave.

Intento moverme y un dolor en la parte trasera de mi cuello me hace soltar un gemido de dolor. Froto con uno de mis dedos esa zona, con lentitud. Hay un pequeño bulto en mi cuello. Un bulto que no estaba ahí antes.

Escucho a una chica gritar, la veo entrar en pánico seguido de un sollozo. Con una de mis manos libres le tapó la boca.

-No hagas ruido-, Susurro a la chica. Muevo mi cabeza en dirección a los guardias verdes en la entrada. La observo, ella es más o menos de mi edad, castaña, y más delgada que yo. Su cabello se encuentra desalineado al igual que todas aquí. Ella mira alrededor de la celda con temor. y con eso retiro mi mano de su boca.

Silencio, es lo que ella hace.

Ahoga el llanto que tenía en su garganta y trata de mantenerse fuerte. La miro y le asiento con la cabeza en señal de tranquilidad. No grites. No grites. Digo en voz baja.

- ¿Estas bien? - digo.

-Si...- Lloriquea, Incapaz de formar palabra.

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