17 años en el pasado.
Una novia vestida impoluta de blanco está a punto de casarse con su joven novio, uno de ellos al menos muy ilusionado. Pero esa persona ilusionada no es ella, la novia está encerrada en el auto que su mejor amiga va manejando de chofer, estacionadas a un par de cuadras de la iglesia y ella le está suplicando.
—Por favor Jas, no te cases, no lo amas.
—Stella, por favor llévame a la iglesia.
—Dime que lo amas, dime que estás enamorada de él, dime que todas esas veces que hicimos el amor no significaron nada para ti, y te dejaré ir o me iré y no volverás a verme.
—Sabes que no puedo mentirte —Jasmine agacha la mirada y su rostro está del mismo color que su cabello rojizo, mientras llora—, no puedo dejarlo en el altar, es cruel y él no se merece eso, es un buen hombre.
—¿Por qué no me escuchaste antes? —Dice la castaña pegándole al volante— Entonces tú si mereces pasarte una vida junto a una persona que no amas.
—Aprenderé a amarlo ¿No entiendes que nosotras juntas jamás será bien visto o aceptado? Tendremos que vivir mudandonos cuándo la gente se pregunte por qué dos amigas solteras, sin hijos ni siquiera traen un novio a casa.
Stella voltea dándole la espalda, la ama, la ama con toda su alma, pero eso no es suficiente, el amor no las salvará del escrutinio público, no las dejarán vivir en paz, las parejas del mismo sexo son vistas como pervertidas, casi en el mismo escalón o peor que un criminal.
—Por favor llévame o me iré caminando.
—Te llevaré, pero antes déjame decir algo. Te amo, te amo tanto que ahora me duele hacerlo, me duele tener que entregarte a los brazos de ese hombre, me duele que no podamos vivir nuestra historia de amor y aunque me duela —suspira secándose las lágrimas—, deseo que seas feliz, que al menos llegues a ser feliz y que puedas amarlo, y que él sea bueno contigo.
—Es bueno —dice entre lágrimas—, y sé que aunque llegue a amarlo, jamás podré amarlo, como te amo a ti, pero tampoco estoy lista para el infierno que nos hará vivir la gente si se enteran que nos amamos.
Enciende el auto, se pasa por encima de los asientos y la besa quizás por última vez. Quisiera decirle que si vuelve al pueblo no la busque, que no la llame y que no quiere volver a saber de ella, es una batalla que hay en su interior por amarla u odiarla, pero gana lo primero, jamás podría odiar al amor de su vida.
Llagan a la iglesia y su padre sonríe aliviado en cuánto la ve llegar, ella le pide por sus hermanas como damas de honor para que le ayuden a arreglarse el maquillaje y eso les da un momento más a solas para decirse las últimas palabras.
—Nos iremos a Sacramento, a él le ofrecieron un puesto y quería llevarme como su esposa —el corazón de Stella termina de romperse, comprende que quizás esta sea la última vez que se vean y siente el tonto impulso de arrancar el auto y llevársela a las vegas para casarse con ella, por eso se obliga a sacar las llaves del encendido—. Gracias por todo el tiempo que vivimos juntas, jamás podré olvidarte, y si quizás la vida nos cruce de vuelta y vuelva al pueblo, tal vez te busque.
—¿Quieres que te guarde en mi corazón y memoria, esperando por si las dudas? Que egoísta eres...
—No, quiero que seas feliz o que al menos trates, y si vuelvo, y me ánimo, si quizás estás soltera y el miedo se haya disipado o los tiempos cambien, tal vez podamos estar juntas.
—Es una promesa, que ni siquiera sabe que vas a cumplir —ambas ven como las damas de honor se acercan.
—La cumpliré —Stella niega, y ella rápidamente se acerca para dejarle un beso fugaz en la mejilla. Sus hermanas abren la puerta—. Lo sé, no me regañen solo ayúdenme a... —cierran la puerta y Stella se marcha compartiendo con ella la mirada por el espejo retrovisor.
Ese día en efecto fue el último que se vieron cara a cara, recibió cartas que no abrió, ni respondió nunca, dejaron de llegar luego de cinco años, aunque recibía una en cada cumpleaños, y recibió una a los días después del fallecimiento de su madre, 11 años después de que ella partió. Stella evitaba a toda costa lugares en común cada vez que se enteraba que ella y su marido estaban en la ciudad.
Tenían ambas 23 años la última vez que se vieron, ambas están llegando a sus cuarenta y aunque no volvieron a hablar, la castaña siempre supo algunas cosas sobre ella, cómo cuándo Jasmine perdió a su hija, y junto al bebé la posibilidad de ser madre, pero no sabía cómo o que decir y mejor no dijo nada, al menos no por escrito, le pidió a una de sus hermanas la dirección y le mandó una carta, no le pareció apropiado llamarle por teléfono, no sabía que decir y siempre se le dió mejor escribir. La carta enterneció a Jasmine hasta las lágrimas y siempre la guardó con recelo llevándola consigo a todos lados y releyendola cada vez que tenía un mal día.
Por fin había vuelto al pueblo, después de años lejos, casada y sin hijos, también infeliz en su matrimonio. Stella es quién al pasar por un pasillo ve la inconfundible cabellera de ella, ese pelirrojo dónde tantas veces antes hundió sus manos para acariciar y para gritar su nombre mientras gemia, se vuelve y ella está de espaldas, pero sabe que es ella, al verla se paraliza y arrepiente, recuerda las últimas palabras "y si vuelvo, y me ánimo, si quizás estás soltera y el miedo se haya disipado o los tiempos cambien, tal vez podamos estar juntas". Pero en cuanto ve su anillo de casada, sabe que tal vez se aferró tontamente a una promesa vacía, ella está aquí aún casada, entonces va a ser lo que mejor sabe hacer desde hace años, esquivarla.
—Lo lamento, disculpe —le dice al hombre con el que acaba de chocar, tratando de ayudarle a levantar lo que le tiro saliendo de la vista de ella y el pasillo—, no lo ví —le da el último paquete de arroz e intenta escabullirse rápido.
—¿Stella? —le dice Jasmine acercándose, sin prestarle atención a su esposo—. Sí, eres tú, que gusto verte —le dice con una enorme sonrisa—. Adam —le dice al hombre que se va parando lentamente, mientras ella ayuda a Stella a levantarse—, ella es Stella —suelta su mano para tocar su brazo— ¿Cómo has estado? Le pedí a Leila tu número, y me lo acaba de dar te estaba escribiendo, que coincidencia —le muestra el teléfono—, listo ya te mandé un mensaje para que me agendes —le llega un mensaje, lo ve pero no lo abre.
—¿No vas a agendarme?
—Eeemm sí, claro —la agenda.
—Debes ser la famosa Stella —Jasmine se avergüenza cuando su "amiga" la mira.
—No sabía que lo era —mira a Jasmine ruborizada.
—Mi esposa no ha dejado de decir tienes que conocer a Stella, y Stella esto, Stella lo otro, tiene una adoración contigo y dice que eres muy buena en las trivias, así que de seguro te vamos a convocar para jugar en nuestro equipo.
—Claro cuándo quieran, en realidad éstoy un poco oxidada, pero haré lo posible ¿Están aquí de vacaciones? —le pregunta directamente a él.
Ella ve al esposo de Jasmine algo barbudo pero en buena forma, con una sonrisa carismática que le transmite calidez dándole un firme apretón de manos, aún así se siente incómoda y la conversación se nota algo forzada.
—Vine para comenzar a trabajar aquí. Creo que es hora de finalmente volver a casa.
—Bueno que gran noticia. En realidad disculpen, estoy algo apurada, iba de salida —señala con su pulgar la salida y los tres ven su canasto lleno, una obvia mentira—. Me surgió algo, tengo que pasar a buscar mi perro por la veterinaria. Nos vemos y es un gusto verte, bienvenida —mira a ambos—, bienvenidos a casa y espero que disfruten su estadía. Adam, un gusto.
—El gusto es mío, casi que eres una celebridad, ya quería conocerte. Claro de seguro que quieran poner al día, así que estás más que invitada a casa cuándo quieras.
—Gracias. Nos vemos luego.
Stella se marcha con su lacio castaño ondeando al aire se le notan algunas canas que manchan su cabello, ella sigue igual de hermosa y jovial como la última vez que se vieron. Y aunque fingieron muy bien no recordar la última vez que se miraron a los ojos y Stella le pidió y rogó que no se casara, ambas lo recuerdan muy bien y para Stella verla de nuevo, observando una Jasmine aún más madura y todavía más hermosa, le cortó la respiración, si hubiera sabido eso no habría buscado una interacción, pero ambas hicieron contacto y de ahora en más, cada encuentro las unirá o separará.
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Enséñame a amarte
RomansaUna profesora de literatura que ama de manera prohibida a una mujer. Ella una directora carismática para sus alumnos y en su trabajo, pero tremendamente infeliz en su matrimonio con un marido al que nunca amó. ¿cuánto tiempo pasará para que una amis...